Este es el título de un libro.., que escribí hace unos cinco años. Alude esta frase que le da título a esta glosa a la absoluta confianza que hemos de tener siempre en el Señor, si es que le amamos. Porque es imposible tratar de amar al Señor, si no tenemos confianza en El. Si amamos confiamos y si decimos que le amamos a Él y no confiamos, somos unos mentirosos frente a los demás y lo que es peor frente a nosotros mismos, porque es a nosotros mismos a quienes estamos engañando.
Nos estamos creyendo que amamos mucho a Dios, incluso más de lo que hacen los demás, porque somos muy piadosos, frecuentamos incluso diariamente la Eucaristía, también a diario rezamos el rosario, confesamos con frecuencia, en Semana Santa no nos perdemos una procesión incluso somos miembros destacados de una Hermandad, ni tampoco dejamos de asistir a cualquier jolgorio eclesiástico que se organice, en fin, más no se puede pedir… Pero cuando vienen mal dadas, cuando el negocio se hunde y hay que bajar el nivel de gastos, cuando viene una enfermedad que se ceba en uno mismo, o en algún miembro querido de la familia, cuando todo se derrumba a nuestra alrededor y nos fallan los bancos, que por cierto siempre fallan, nos fallan los familiares, los amigos que ni siquiera nos dan comprensión, si no que se apartan de uno como si uno fuese un apestado, es cuando también nosotros, nos derrumbamos.
Es cuando sin darnos cuenta también nosotros estamos fallándole al Señor, y le fallamos porque sabiendo que siempre estamos en sus manos, no acudimos a Él y no acudimos a Él, porque inconscientemente aceptamos en nuestra mente, la idea de que una cosa es la religión y otra la realidad del mundo en que vivimos. Carecemos de confianza en Dios, porque pensamos que esto es un asunto de falta de dinero y que, si no hay dinero el tema no se puede arreglar. Además tenemos la experiencia de otras veces en que las pasamos canutas, acudimos a rezar y no obtuvimos dinero. Bien es cierto que más tarde el asunto se arregló. Pero ahora las cosas son diferentes, los bancos no esperan, ni siquiera el gobierno se atreve a meterse con ellos.
En el mundo, uno de los graves problemas que tiene la vida espiritual, es la falta de confianza en Dios. No confiamos en Dios, no reconocemos que Él sabe mucho mejor que nosotros, lo que más nos conviene, en cada momento de nuestra vida y cuando acudimos a Él, lo hacemos con la solución de nuestro problema ya resuelta sobre el papel Y le pedimos, que solucione el problema tal como se lo proponemos que es ahí, donde sabemos que está la solución, no tenemos confianza en que Él tiene mejores soluciones que las nuestras. Esto ocurre así porque por muy piadosos y come santos que seamos, por no emplear otra expresión más ordinaria referida a las pilas, tenemos una mirada de ratón, referida solo a los escasos 100 años, que podamos vivir y el Señor tiene mirada de águila, referida a nuestra eterna felicidad junto a Él.
Si carecemos de confianza en Dios es porque no le amamos lo suficiente, a pesar de las prácticas exteriores que realicemos. Que Dios quiera que Él no tenga que decir de nosotros lo que dijo del pueblo de Israel: "7 ¡Hipócritas! Bien profetizo de vosotros Isaías cuando dijo: 8 “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; 9 en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos”. (Mt 15,7-9). Si no confiamos en el Señor, nuestro amor en Él, no es real está fallando, y si falla es imposible que este amor nuestro aumente, nos engañamos si creemos que aumenta, nuestro amor está disminuyendo. Solo podemos aumentar nuestro amor al Señor, siguiendo la fórmula de San juan de la Cruz: Donde falla el amor pon amor y encontrarás amar. Al fallar nuestra confianza en Él está fallando de paso nuestro amor a Él.
El amor va siempre va unido a la confianza y a la entrega del amante en el Amado. Quien no ama no se entrega ni confía. Por ello el amor lo pintan ciego, porque solo confía el que no ve en lo que confía. En la misma medida en que confiamos, nosotros amamos. Es imposible amar sin tener confianza, porque la confianza y el amor son conceptos indisolubles. Pero es más, cuando existe una plenitud de amor y por ello de confianza, y esta aparece con la entrega, Si uno dice que ama y confía pero no se entrega, ni ama, ni confía ni se entrega. Su ego movido por satanás, no le permite tirarse a ciegas en la piscina del amor, no vaya a ser que esta ni tenga fondo suficiente.
Nuestro amor y confianza en el Señor, tenemos que coronarlos con nuestra entrega o abandono a su voluntad. Pero aquí hay que tener presente, que Dios lo pide todo, pero no lo toma todo obligatoriamente. El Señor, según escribe Jacques Philippe, nos pide únicamente una actitud de desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo todo, pero no necesariamente toma todo: nos deja la posesión sosegada de muchas cosas, siempre que puedan servir a sus designios y no sean malas en sí mismas…. Así pues la actitud adecuada es sencillamente la de estar dispuesto a entregar todo a Dios sin temor alguno y, con una confianza total, dejarle actuar a su gusto. Santa Teresa Benedicta de la cruz, Edith Stein, escribe: “La confianza en Dios puede llegar a ser inamovible solo si se está dispuesto a aceptar todo lo que venga de la mano del Padre. Solo Él sabe lo que nos conviene. Y si alguna vez fuese más conveniente la necesidad y la privación que una renta segura y bien dotada, o el fracaso y la humillación mejor que el honor y la fama, hay que estar también dispuesto a ello. Solo así se puede vivir tranquilo en el presente y en el futuro”.
El que se abandona en los brazos del Señor, nada le preocupa, nada le turba su paz. No pide nada, ni nada rechaza en orden a su salud o enfermedad, vida larga o corta, consuelos arideces, nada pide ni nada ambiciona, solo glorificar a Dios con todas sus fuerzas, y que los demás reconozcan su divina filiación adoptiva. Para que la entrega sea perfecta siempre ha de ser total, con Dios no caben las medias tintas, nadie que de verdad se entregue al Señor, puede reservarse nada, ni siquiera esos pensamientos íntimos que hay en toda mente humana sobre proyectos, deseos y esperanzas. Dios lo quiere todo y lo quiere porque precisamente ha sido Él el que nos lo ha dado todo. Nosotros desde que nacimos, vivimos de prestado, hasta nuestra propia vida esta de prestado, porque nadie sabe ni el día ni la hora, en que tenga que devolver su préstamo. Día y hora que con asombro de muchos los hay quienes la anhelan de inmediato, para llegar a los pies de su Amado.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858
- Libro. EN LAS MANOS DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461231331
- Cortar la cuerda 07-05-10
- Echar raíces 08-06-10
- Confiar… ¿en quién? 17-12-10
- Falta de confianza 10-03-12
- Confiar en Dios 08-05-13
- Añadidura 06-08-11
- Que difícil y que fácil 28-12-12
- Quebrar nuestra confianza en Dios 07-09-12
La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.