¡No perdamos el tiempo! No hay que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. ¡Las tumbas rebosan de buenas intenciones! Y desde luego ¿quién nos asegura que mañana viviremos? ¡Escuchemos la voz de nuestra conciencia. Es la voz del profeta: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis el corazón!” (Sal 94,7.8)
No poseemos más que el momento presente. Vigilemos, pues, y vivámoslo como un tesoro que nos ha sido confiado. El tiempo no nos pertenece. No lo malgastemos. (Padre Pío, Buona giornata 5, 3/1)
Sabias palabras del Padre Pío: “No poseemos más que el momento presente. Vigilemos, pues, y vivámoslo como un tesoro que nos ha sido confiado.” Curiosamente esta afirmación podría asimilarse a la frase “Carpe diem” que significa “toma el día” o “vive la vida sin pensar”. La misma indicación, toma un significado diferente según quien y como se pronuncie.
Los cristianos estamos llamados a vivir el momento presente con toda su intensidad, pero de una manera diferente a como el mundo nos ofrece. El momento presente nos eleva a Dios cuando escuchamos la voz del Señor: “¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis el corazón!”. San Pío nos exhorta a no perder el tiempo alejándonos de Dios y perdiendo la sintonía con Él.
Con toda nuestra tecnología y saber podemos transformar el mundo de muchas formas. Pero hay algo que no podemos tocar, algo que Dios no ha permitido que toquemos: el tiempo. “El tiempo no nos pertenece”. El tiempo es de Dios y nosotros tan sólo lo tomamos prestado por gracia suya. Cada momento es un tesoro que no deberíamos desaprovechar. Cada cambio es una oportunidad para entrar en sintonía con el Señor.
En el hemisferio norte estamos terminando el verano y el mes de vacaciones ha llegado a su fin. Nos encontramos de nuevo con la vida de todos los días, sus rutinas, sus peajes y sus espejismos. Tras descansar un mes, tal vez nos cueste reiniciar la vida cotidiana con brios y fuerza. Hay que volver a la rutina. Tengamos esperanza, ya que en el Señor todo cobra sentido.
Quizás este lunes que viene sea especialmente duro para muchos de nosotros, pero no dejemos de pensar en el sentido que tiene volver a la actividad cotidiana. “Hermanos míos, hasta ahora no hemos hecho nada todavía. ¿Cuántas cosas podemos cambiar en nosotros y en nuestra vida? Seguramente menos de las que quisiéramos podemos cambiar, pero ¿Hemos de desesperar? Sí contáramos únicamente con nuestras fuerzas, poco podríamos hacer, pero contamos con la gracia del Señor: “¡Empecemos hoy!” San Francisco se hizo a sí mismo esta exhortación. ¡Hagamos nosotros lo mismo!”