Cuando se leen las epístolas de San Pablo…, más de una vez uno se queda subyugado con sus palabras. Es como si nuestra alma estuviese ya contemplando la gloria de Dios. Sus palabras penetran en nuestra alma y la despierta la renuevan, encienden en ella, un fuego de amor, que nos hace vibrar en deseos de amar más al Señor, porque de esa se trata, pues precisamente lo que nos impulsa a aumentar el tamaño de nuestro amor al Señor, es desearle amar más.

            En estas epístolas de San Pablo, desde luego que es Dios mismo quien nos habla, por medio del santo de Tarso. Tengamos en cuenta que el valor de las epístolas de San Pablo, está muy por encima de esos también maravillosos escritos, plenos de acertados y pensamientos sobre la vida espiritual, que en definitiva es nuestra relación con el Señor y que escribieron en sus días los Padres de la Iglesia, y entre ellos el gran San Agustín. Pero hay una notable diferencia, los escritos de San Pablo están en la Biblia y los de los Padres de la Iglesia, merecería estar, pero no lo están.

            San Pablo en sus predicaciones, se tuvo que enfrentar al problema de que los judíos, que seguían aferrados a la Ley de Moisés y no solo a ella, sino a lo que es lo peor que era y sigue siendo, una hermenéutica que lentamente los escriban habían creado mal interpretando el espíritu de Dios. El Señor bien claro que les dijo: "17 No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla. 18 Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni una tilde pasara (desapercibida) de la ley hasta que todo se cumpla, 19 Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores, y enseñare así a los hombres, será tenido por el menor en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, este será tenido por grande en el reino de los cielos”. (Mt 5,1719).

            San Pablo predicando a los corintios, les escribe en su segunda epístola a ellos, recordándoles que Moisés cuando salía de la tienda del encuentro con el Señor, su rostro resplandecía de tal forma que deslumbraba y él se echaba un velo sobre la cabeza para amortiguar el resplandor, y en referencia a este velo, así les dice San Pablo: “13 y no como Moisés, que se cubría el rostro con un velo para impedir que los israelitas vieran el fin de un esplendor pasajero. 14 Pero se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer 15 Sí, hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés”. (2Co 3,1315).

            San Pablo censura a los israelitas, el que se les oscureciera el entendimiento con ese mismo velo de Moisés, que ahora, ellos se lo ponen cuando leen el Antiguo Testamento. Pero el que se convierte a Jesús se le cae el velo. Y más adelante en el capítulo cuarto siguiente, escribe San Pablo: “3 Si nuestro Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es sólo para aquellos que se pierden, 4 para los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les ha enceguecido el entendimiento, a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. 5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús. 6 Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo”. (2Co 4,3-6).

            ¡Dios mío! Cuanta actualidad tiene estos versículos hoy en día, cuantos incrédulos tienen enceguecidos y ennegrecido su entendimiento, por el mundo que continuamente les atrae con sus ofertas hedonísticas, la carne que ahora causa estragos en la juventud y en muchos que ya la abandonaron hace tiempo y quieren conservar lo que es dañino e imposible de conservar, pues los años, nos acercan al final, un final que será glorioso para unos y no tan glorioso para otros y  en ese final el demonio que no pierde puntada, quiere  obtener un buen botín. Él es un cazador nato, emplea hábilmente, lo mismo el rifle que la escopeta, pues tiene siempre su alcance caza mayor y menor. Últimamente en estos días en que vivimos está harto de tanta caza menor, pues el buen montero, desprecia la caza menor, aunque él no menosprecia nada, todo lo mete en el zurrón. Su sueño de siempre es la caza mayor…, pero es tan difícil y hay tan poca, claro que esto no quiere decir, que no cobre nunca alguna pieza de caza mayor y cuando lo logra, su gozo es grande porque su triunfo es mayor.

            Otro de los problemas con los que tropezó San Pablo, fue con el tema de la circuncisión de los nuevos cristianos provenientes de la gentilidad, ya que incluso algunos apóstoles como Santiago querían que se circuncidasen, San Pedro resolvió la cuestión tal como está relatado en los hechos de los apóstoles, escrito por San Lucas. Sobre este tema San Pablo escribe: "6 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la in circuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad”. (Gal 5,6).

            De paso diremos que el origen de la circuncisión, tal como explica Hahn Scott, está en el Génesis:Dice Dios a Abraham: Elígeme una vaca de tres años, una cabra de tres años también, y un carnero igualmente de tres años, y una tórtola y un palomino” (Gn 15,9). Abraham obedece y sin mediar palabra “partiéndolas por medio, puso cada mitad enfrente de la otra” (Gn 15,10). ¿Qué está ocurriendo? ¿Cuál es el significado de esta extraña mutilación? Se trata de la manera más normal de cerrar un pacto. Los ejemplos, son abundantes no solo entre los israelitas, sino en otros muchos pueblos de la época como griegos o hititas. Esta práctica explica el origen de la expresión hebrea “cortar una alianza… Dicho de otra manera, esto expresa que si soy infiel a lo pactado, mediante este juramento, que reciba un final igual al de los animales sacrificados. El pacto expresado con el signo de la circuncisión servía para un propósito similar. El pequeño corte en un órgano tan sensible simbolizaba para el que no fuese fiel, graves consecuencias: la ruina de todo poder generador de vida y, con él, el fin de la estirpe familiar.

            ¡Por Dios bendito!, apartémonos del mundo, del demonio y de la carne, quitémonos el velo en todo momento, para que el Señor que tanto nos ama, nos dé las gracias necesarias para no ser nunca una pieza de la colección del demonio.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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