Muchas personas -en medio de los diferentes ámbitos de la vida- tienen serios problemas con la autoridad, inventando acciones autoritarias, cuando -en realidad- se trata de órdenes razonadas y bien equilibradas. Por esta razón, lo prohibido les resulta más atractivo que a la mayoría de las personas, pues hay que reconocer que todos somos tentados diariamente, pero que hay una porción significativa de la sociedad que -lejos de ser crítica y autocrítica- sigue la línea de Maquiavelo (14691527): “el fin justifica los medios”. Ciertamente, hay mandatos objetivamente injustos; sin embargo, una cosa es quejarse y actuar ante un abuso y otra -muy diferente- es de la desobedecer por el simple hecho de llevar la contraria. Entonces, ¿hay que obedecer ciegamente? Por supuesto que no. Al contrario, el ensayo invita a la reflexión, a la conciencia, evitando quedarse atrapados por una ideología que niega el papel sano de la autoridad, de la coordinación, del esfuerzo a favor del bien común.
En muchas sociedades, basta con poner un letrero que diga: “no estacionarse” para que más de dos “personajes” lo entiendan como un “sea usted bienvenido, aquí le cuidamos el auto”. ¿Qué hacer al respecto? Sin duda alguna, se trata de una cuestión muy humana, pues la desobediencia tiene antecedentes tan remotos como los que nos presenta el Antiguo Testamento; sin embargo, un primer paso consiste en tomar nota, formando a las nuevas generaciones en un criterio razonado sobre el sinsentido de creer que todo se vale, que lo importante es el “yo” cerrado y excluyente. Lejos de educarlos a través de una moral llevada al extremo, se trata de acompañarlos en la construcción de un criterio que les permite distinguir entre lo que construye y lo que destruye. De esta manera, lucharan por un cambio positivo sin que esto signifique caer en la anarquía, en una corriente que pasa por alto los valores más elementales como el respeto a la vida. Solamente somos libres en la medida en que no nos hacemos esclavos de todo aquello que mina las bases de la convivencia social.