Lleva un par de días comentándose en las redes sociales un cartel que dice «Mujer empodérate, mata a tu hijo». Algunos creen que es falso y otros que verdadero porque es una verdad tan descarnada que hace daño a los ojos, pero vamos, que se corresponde plenamente a la realidad; se le vende a la mujer que va a ser libre y empoderada abortando, y abortar es matar a un hijo, así que sí, básicamente es verdad.
La palabra empoderarse es una palabra talismán, una palabra que ha pasado a nuestra lengua con traducción tan literal del inglés empower, que me suena fatal, sinceramente.
Esta palabra tiene un componente marxista y componente feminista, ambos unidos como actualmente se estila, ya que el feminismo original que buscaba la igualdad de la mujer fue secuestrado y manipulado hasta convertirse en un engendro que busca de la degradación máxima de la mujer y el sometimiento del varón.
La definición del término originalmente parecía razonable. Dicho término se aplicaba a todos los grupos vulnerables en un proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, tienen visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven.
Pero finalmente es marxismo cultural en estado puro: la lucha de clases transformada en lucha permanente opresor-oprimido, mayoría-minoría. Y por supuesto, como nos tienen también acostumbrados, es una palabra bonita escondiendo una realidad terrible, lo mismo que salud reproductiva significa aborto.
Pero empoderarse finalmente tiene relación con algo profundamente humano e intemporal y es la propia autoestima. La autoestima tiene a la vez que ver con otras dos cuestiones, los mensajes que sobre mí mismo recibo del exterior y la necesidad de sentirse amado.
Cuando una persona no se siente amada de forma incondicional y los mensajes que recibe sobre sí misma son degradantes entonces su autoestima baja y se desprecia a sí misma. Esta falta de autoestima se puede manifestar de forma pasiva odiándose a sí misma o de forma activa odiando a otros.
Y aquí es donde empieza una relación abusiva o de maltrato, cuando una persona encuentra alivio a su falta de autoestima destruyendo a otra, vejando y humillando a otra y en casos extremos matando a otra.
¿Pero, qué es el empoderamiento? Es que yo encuentro alivio a mis frustraciones reales o inventadas y a mi posición de víctima, real o inventada, (porque yo no soy víctima por el hecho de ser mujer) a mi carencia de afecto y a mi falta de sentido en la vida humillando, vejando o matando a otro.
En la realidad la «terapia de empoderamiento» que de manera obligatoria se da en muchos países para las víctimas de «violencia de género» es exactamente esto.
Pero como siempre el demonio, que es mentiroso por naturaleza, me ofrece empoderamiento y me da humillación, me promete felicidad y me trae desgracia, me promete realización personal y me trae destrucción.
Yo encuentro mi autoestima, mi vida y mi dignidad no en denigrar al otro ni mucho menos en acabar con él, sino en sentirme amada por Dios primeramente de una forma incondicional. Yo encuentro mi autoestima en mirarme a mí misma y al otro como Dios nos mira, desde la verdad de mi realidad, pero a la vez con la mirada de la Misericordia de Dios. Yo encuentro mi autoestima en saberme hija amada de Dios desde la eternidad y que valgo el precio de la sangre de Cristo. ¡Eso sí que es de verdad empoderamiento!