Algún día, si Dios quiere, contaré la intrahistoria de mi libro Así se vence al demonio (LibrosLibres), porque escribirlo no me ha salido gratis, como el lector supondrá.

Sí puedo relatar ahora una anécdota real que sirvió para aumentar mi fe en el inmenso poder de la Coronilla de la Divina Misericordia que el Señor, con su infinito Amor, reveló a Santa Faustina Kowalska, la primera santa del siglo XXI canonizada por su paisano polaco Juan Pablo II en abril de 2000 y de quien se cumplirán 75 años de su muerte el próximo 5 de octubre.
 
Jamás olvidaré el día en que decidí enviar una copia de Así se vence al demonio por correo electrónico a una de las personas que habían prestado su testimonio de posesión para que le echase un vistazo antes de publicarlo. Marqué su número de teléfono fijo y, al pulsar luego la tecla de envío del ordenador, la persona en cuestión entró en trance de posesión diabólica.
 
Pude escuchar, estremecido, sus incesantes jadeos y gritos durante un minuto que me pareció una eternidad. Al final le dije, para disculparme, que le telefonearía en otro momento y me dirigí apresuradamente a la cocina donde estaba mi mujer, que todavía recuerda mi rostro pálido.

Poco después, rezábamos juntos con nuestros hijos la Coronilla de la Divina Misericordia ante una talla bendecida de la Virgen de Fátima que preside el salón. Jamás en mi vida he recitado con tanta devoción la Coronilla. En cuanto terminamos de hacerlo, sonó el teléfono de casa. Era ella, para decirme que ya estaba mucho mejor. Sólo lamentaba que su esposo, al llegar a casa, pudiese verla con los ojos amoratados y la cara llena de arañazos.

Me dijo que mantuvo el auricular descolgado a propósito para que oyera sus espantosos gemidos y me convenciera de que el libro era en verdad un instrumento del Señor. Y así es, a juzgar por los centenares de testimonios que sigo recibiendo por correo electrónico de personas desesperadas que reclaman las bendiciones de un exorcista.
 
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