No podemos ser cristianos a ratos. Si Cristo constituye el centro de nuestra vida, ha de estar presente en todo lo que hacemos” (Papa Francisco, Tweet) 
 

¿Qué es ser cristiano a ratos? ¿Es como si una piedra fuese a ratos piedra y a ratos otra cosa? Podríamos preguntarnos si es posible ser cristiano según conviene o no conviene sin dejar de serlo completamente. El ser no puede cambiar, lo que cambian son las apariencias que damos a los demás. Un cristiano aparente es quien puede cambiar su apariencia según le conviene. Ser cristiano a ratos es ser cristiano en apariencia. 

Ser cristiano es seguir lo que Cristo enseñó a sus apóstoles y luchar por seguirlo en su totalidad. No vale seguir una parte y olvidar otra, según convenga a la ideología que en ese momento defendemos. Si la vida es un continuo giro, el centro de ese giro debe ser Cristo. Tener otros ejes de giro es servir a más de un señor y no servir con sinceridad a ninguno. 

¿Cómo podemos hacer presente a Cristo en todo lo que hacemos? Sin duda haciendo de Cristo el modelo de nuestra vida. Cristo fue duro con los hipócritas que se creían justos y dignos, y despreciaban a todos los demás. Cristo fue duro con quienes querían imponer cargas imposibles a quienes no eran capaces de ello. Cristo aceptó a quienes se arrepentían e intentaban sinceramente seguirlo. Cristo tenía misericordia con quienes se acercaban con Fe y disponibilidad a Él. Cristo no aceptaba a los “hombres sin remedio”: 

Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden morder. Y, al no poderse excusarse a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás. No es así como nos enseña el salmo a orar y dar a Dios satisfacción, ya que dice: Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. El que así ora no atiende a los pecados ajenos, sino que se examina a sí mismo, y no de manera superficial, como quien palpa, sino profundizando en su interior. No se perdona a sí mismo, y por esto precisamente puede atreverse a pedir perdón. (San Agustín. Sermón 19,2) 

La humildad no es algo que se finja o se aparente, ya que la humildad aparentada, explota en soberbia cuando se le cuestiona. De igual forma, ser cristiano no es algo que se aparente, es algo que impregna y que empapa nuestro ser. Si somos cristianos aparentes, nuestra soberbia impregnará las respuestas y actos que realicemos. Ser un verdadero seguidor de Cristo es imposible con nuestras escasas fuerzas, necesitamos que Cristo haga el milagro de darnos las fuerzas para seguirlo. ¿Qué ejemplo podemos tomar? Uno de los mejores es el de la hemorroisa. San Agustín nos habla de este pasaje evangélico, indicando un aspecto muy interesante: 

Considerad  que  los  Apóstoles  son  el  vestido  que  se adhiere  a  los  costados  de  Cristo,  por  el  tejido  de  la  unidad. Entre  estos  Apóstoles  estaba  como  orla  el  menor  y último,  Pablo,  según  él  mismo  dice:  Yo  soy  el  mínimo  de  los  Apóstoles. La  parte  última  y la  más  baja  de  un  vestido  es  la  orla.  La  orla se  mira  con  desprecio, pero  el  tocarla  produce  salvación.  Hasta este  momento  sufrimos  hambre,  sed,  estamos  desnudos  y  somos  azotados.  ¿Existe cosa  detrás y más despreciable  que  esto? Tócala  si padeces  flujo  de  sangre;  de  aquel  de  quien  es  el vestido  saldrá  una  fuerza  que  te  sanará. (San Agustín. LXII, 7) 

Es maravilloso ver como san Agustín señala la doctrina apostólica como el tejido que viste a Cristo. Si deseamos sanar nuestra incapacidad para ser cristianos, hemos de tocar el vestido de Cristo y adherirnos a la Iglesia con Fe sincera y humildad profunda. Si somos sanados, no es porque lo merezcamos, sino por la misericordia del Señor. San Agustín, señala la humildad del quien se considera el último y no por ello deja de ser digno , útil e importante en los planes de Dios. 

¿Somos cristianos? Lo somos porque no nos perdonamos a nosotros mismos, tenemos Esperanza y Fe de sanar unidos a la doctrina apostólica. Pero, sobre todo, somos cristianos cuando no señalamos los pecados de los demás para ocultar los nuestros. La misericordia es como la electricidad. Parte de Dios y se comunica a través nuestra. Si no somos buenos conductores, no estamos unidos con Fe a la túnica de Cristo y por lo tanto, no podremos comunicar la misericordia de Dios a los demás.