La historia según la cual la Marcha Real o Himno Nacional español es una marcha que Federico II de Prusia habría regalado a nuestro Rey Carlos III no es otra cosa que una leyenda. Una leyenda de mediana antigüedad, aunque menor en cualquier caso que el propio Himno Nacional, mucho más antiguo de lo que nadie pueda imaginar como tuvimos ocasión de conocer en su día (pinche aquí si desea rememorarlo).
 
            En cuanto al origen de la leyenda, el gran experto español en música militar Fernández de la Torre asegura que se gesta en un ejemplar de la revista “España Militar” del año 1861. Redondo Díaz sitúa el primer antecedente de la cuestión en una edición de la revista “Espíritu Público” de 1864, y más concretamente en un artículo de Antonio Vallecillo y Luján, quien volvería a tratar la cuestión en su “Homenaje a Villamartín” de 1884. Cada vez más consolidada, la leyenda sería recogida por Manuel López Calvo en su “Pout-Pourri de aires nacionales y extranjeros”, folletín editado en Madrid en 1884, y más tarde por Alfonso Moreno Espinosa, autor del “Compendio de Historia de España”, libro de texto de principios del s. XX para la recién creada segunda enseñanza.
 

           Lo que sin embargo parece fuera de duda es que la responsable de la expansión y éxito definitivo de la leyenda no es otro que la Enciclopedia Universal Ilustrada de Espasa-Calpe, que en sus veintitrés ediciones, de 1903 a 1912, realiza las siguientes afirmaciones en la voz que titula “Marcha Real Española”:
 
            “Cuando Carlos III quiso que el ejército español siguiese la misma táctica que el de Prusia, comisionó para estudiarla al conde de Aranda, a la sazón ministro de Estado. El rey de Prusia manifestó al embajador español que la táctica del ejército prusiano estaba tomada de un libro español titulado “Consideraciones militares”, del marqués de Santa Cruz de Marcenado. Cuéntase que al despedirlo le dijo: “Tomad, señor ministro, esta marcha militar que tenía destinada para honrar a mi persona.” Al aceptarla el rey de España Carlos III la declaró marcha de honor española por Real decreto dado en San Ildefonso el 3 de Septiembre de 1770”.
 
            En las muchas versiones, -y por supuesto en ésta que recoge el Espasa-, sobre la famosa entrevista entre Federico II y el Conde de Aranda, se contienen importantes errores que ponen en evidencia su escaso soporte histórico, y el carácter legendario del relato.
 
            En primer lugar, Aranda no fue ministro de Estado con Carlos III, sino con Carlos IV, ni fue embajador en Prusia, nación con la que no existía relación diplomática, sino en Polonia.
 
            En segundo lugar, a su vuelta a España en junio de 1762, que es cuando habría tenido lugar la entrevista -a los efectos no está de más recordar que el manuscrito de Espinosa en el que aparece la Marcha de Granaderos es de 1761 ()-, Aranda no pudo entrevistarse con Federico II, ya que éste se hallaba en Battler (Breslau), firmando la paz con Rusia.

            En tercer lugar, dicha entrevista no aparece en la bien conocida correspondencia de Aranda con el Secretario de Estado Ricardo Wall, como parece lógico pensar que habría ocurrido de haber existido.
 
            Y en cuarto lugar, el supuesto Decreto de San Ildefonso citado por el Espasa y firmado por Carlos III nunca ha aparecido.
 
            Razones que parecen más que suficientes para afirmar el carácter legendario de la historia. Y ello aún a pesar de que ésta se ha repetido tantas veces que el musicólogo Nemesio Otaño la da por buena, como también lo hacen los historiadores Rafael Olaechea y José Benimelli en su biografía del Conde de Aranda.
 
 
            Lo curioso para terminar es que después de todo, la Marcha de Granaderos del Rey Federico existe: es de 1867 y fue compuesta por Ferdinand Radeck sobre una canción del s. XVIII (puede Vd. escucharla arriba si lo desea).
 
 

                Mi agradecimiento como en tantas otras ocasiones a Juan María Silvela Miláns del Bosch, autor del artículo “El Himno Nacional” en la Revista de Historia Militar, que acompaña nuestros pasos cuando en estos procelosos caminos nos adentramos.

 
            ©L.A.
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