Para poder conocer la identidad cultural de un pueblo, comunidad, ciudad, estado o nación, es necesario partir de su arquitectura. Ciertamente, hay estilos que no conocen fronteras. Por ejemplo, la influencia del gótico en muchos países europeos; sin embargo, cada lugar tiene su propio sello, aquello que lo hace único y, en algunos casos, irrepetible. Los arquitectos -a lo largo y ancho de la historia- han sabido comunicar más allá de las letras. Pocos saben que José Gaudí (18521926) -como exponente del modernismo catalán- quiso que la Sagrada Familia de Barcelona, fuera una exposición -al aire libre- de la historia del cristianismo. ¿Cómo lo consiguió? A través de las frases y figuras con las que adornó la fachada de la famosa basílica. Es decir, detrás de cada diseño, de cada construcción, hay una palabra, algo valioso que aportar. Hay una historia que ilustra perfectamente el valor arquitectónico de cada lugar. Cuando -en el periodo de la Segunda Guerra Mundial (19391945)- Paris cayó en manos del nazismo, Hitler ordenó dinamitar algunos de los lugares más emblemáticos; sin embargo, ante la belleza de la ciudad, quien debía hacerlo -el General Von Choltitz- decidió arriesgarse y desobedecerlo. De tal forma, que la arquitectura terminó salvando a la capital francesa de un triste final. Los arquitectos son poetas materiales, hombres y mujeres capaces de marcar el paso del tiempo, inmortalizando las diferentes épocas por las que ha navegado la humanidad. La arquitectura y la pedagogía van de la mano, pues no hay nada mejor que aprender mientras se contempla una obra maestra, capaz de cautivar la atención de propios y extraños. ¿Quién puede mantenerse indiferente ante una ciudad como Venecia? El hecho de viajar y ver todo aquello enseña, forma, cautiva, atrae. Dicho de otra manera, afina los sentidos, dando paso a la cultura. Sin duda alguna, el arquitecto tiene la vocación de hacer realidad lo que corresponde al mundo de las ideas, del pensamiento. De ahí que se trate necesariamente de una persona culta, sensible al complejo entorno social en el que se desenvuelve. De otra manera, conseguirá atraer, llamar la atención, ganar premios, pero sin transmitir un mensaje valioso, algo que inspire a las generaciones presentes y futuras. Por esta razón, la arquitectura es una de las mejores aportaciones del ingenio humano.