A este propósito, conviene saber no solo que es necesario desprenderse de todo para acogerle Evangelio, más aún es necesario hacerlo con alegría. Observa cuan inadvertido pasa la predicación del Evangelio en el mundo, del mismo modo, el mundo no ve los numerosos bienes que tiene en recompensa. Dos condiciones son pues necesarias: la renuncia de los bienes del mundo y un firme valor. Se trata, en efecto, «de un comerciante en busca de perlas finas» que «habiendo encontrado una de gran valor va y vende todo lo que tiene» para comprarla. La verdad es una, no se divide. Lo mismo que el poseedor de la perla conoce su riqueza, en el momento que la tiene en sus manos, por la pequeñez de la perla, los ayudantes no tienen duda, cuando lo saben, lo mismo estos que son instruidos por el Evangelio conocen su felicidad, los infieles, ignoran este tesoro, sin tener idea alguna de nuestra riqueza. (San Juan Crisóstomo Homilía sobre San Mateo 47,2)
¿Qué tiene que ver este texto con la JMJ? Más de los que piensa. Las parábolas del Reino son muy interesantes, ya que Cristo nos explica cómo funciona el Reino y qué espera de nosotros. San Juan Crisóstomo nos muestra lo esencial de estas parábolas, asimilando el Evangelio al Reino: el Evangelio se desarrolla como el grano de mostaza, impone su fuerza como la levadura; como la perla, es de un precio elevado; en fin, como un tesoro, otorga los más preciosos beneficios.
De todas formas, en estas parábolas hay elementos importantes que parecen que no están presente: el prójimo, la comunidad o la misión. Parece que Cristo nos señalara el camino como algo que tenemos que recorrer solos y esto no parece encajar bien con otras parábolas y palabras suyas. Por eso la intuición de San Juan Crisóstomo es tan clarificadora: asimilar el Evangelio al Reino. El Evangelio no es algo que se consiga y se atesore como una perla o un tesoro, ya que sólo cuando se transmite cobra sentido. La levadura tampoco actúa por si misma, ya que debe mezclarse con el masa de trigo, para transformarla. El Grano de mostaza, tampoco es algo aislado, ya que Cristo nombra a los pájaros que vienen a cobijarse en el arbusto adulto.
El Reino está íntimamente ligado al Evangelio y el Evangelio sólo cobra sentido cuando se comunica y se vive en comunidad. Bueno ¿Por qué cuento todo esto?
Cada vez que acaba una JMJ, me viene a la cabeza la misma imagen. Llegan nuestros jóvenes cargados de fuerza y llenos de vivencias a sus países, familias y comunidades. Traen dentro de ellos el Tesoro y la Perla. Se sienten levadura capaz de transformar la masa de pan. Se sienten grano de mostaza, dispuesto a ser sembrado en tierra fértil y crecer. ¿Podrán comunicar lo que traen y hacerlo fructificar en una comunidad?
Quizás sería interesante fijarnos en las comunidades que los reciben y ser conscientes de la capacidad que tienen de aprovechar al máximo lo que los jóvenes traen consigo. Rara vez encontramos una comunidad preparada y dispuesta. La preparación no es proceso de enseñanza-aprendizaje, conferencias o actos eclesiales, sino un trabajo espiritual de discernimiento y reflexión, que predisponga los corazones para estar abiertos a recibir el Tesoro y la Perla. La preparación de la comunidad debería buscar que fuese masa de trigo predispuesta a transformarse en pan o tierra fértil en la que la semilla de mostaza pudiera germinar y crecer.
Comprendo que la pastoral de mantenimiento o la pastoral de juventud se vean desbordadas por estos requerimientos. No es fácil el cambio que conlleva pensar en la pastoral como un organismo vivo y no como estructuras estáticas de soporte. ¿A qué me refiero? Recordemos las palabras del Papa Francisco en el discurso al comité de coordinación de la CELAM:
“Los agentes de pastoral y los fieles en general ¿se sienten parte de la Iglesia, se identifican con ella y la acercan a los bautizados distantes y alejados?
Como se puede apreciar aquí están en juego actitudes. La Conversión Pastoral atañe principalmente a las actitudes y a una reforma de vida. Un cambio de actitudes necesariamente es dinámico: "entra en proceso" y sólo se lo puede contener acompañándolo y discerniendo.”
Esta pregunta nos la podríamos hacer cada uno de nosotros, como fieles que somos. También, en la medida que podamos realizar algún tipo de misión dentro de nuestra parroquia, comunidad o grupo cristiano.
La respuesta nos corresponde a nosotros y a la comunidad donde vivimos nuestra fe.