Salvo algunos pocos casos…, en que la muerte de uno de los dos cónyuges, ha supuesto una liberación para el otro, en general el cónyuge supérstite se encuentra de pronto frente a una dura situación, siempre en el orden espiritual, y la mayoría de las veces también en el orden material si es el marido el que fenece. Cierto que el refrán nos dice que: Los duelos con pan son menos duros, pero como el orden espiritual es superior al material, es muy raro que aun cónyuge supérstite, le alegre la muerte de su consorte, porque va a disponer de más dinero y se va a dar una mejor vida. Sí, acepto que pueda darse este supuesto, pero da pena ver, a que grados de estupidez puede llegar un ser humano. Más bien yo diría que se trata de un ser deshumanizado, que indudablemente existen y al paso que vamos cada día más.

            En lo que escribo en esta glosa, siempre me refiero a términos y situaciones generales, pero es de reconocer que la idea de que la excepción confirma la regla, se da en el tema que examinamos, con tal prolijidad, que casi hay más excepciones, que casos generales. Y esto es así, porque ya desde nuestro nacimiento, todos somos criaturas desiguales, ya que Dios ama la variedad, como expresión de su grandeza, pues… a ver: ¿Dónde existe un ser que sea capaz de crear miles de millones de seres, todos desiguales?  Y esta desigualdad con que llegamos nosotros a este mundo, tanto en el orden material como en el espiritual, con nuestra conducta, casi todos agrandamos aun más las diferencias, sea en sentido positivo o en sentido negativo.

            Concretamente y centrándonos en el desarrollo espiritual de nuestras almas, hay almas que con veinte, incluso con quince años de vida, tiene ya un alma de una pureza envidiable y un claridad de entendimiento espiritual formidable, fruto del la acción de la luz divina que ilumina estas almas. Pero también al mismo tiempo hay personas que habiendo ya rebasado los ochenta años, aún no se han enterado que tiene un alma a la que hay que cuidar y alimentar.

            Por lo tanto, en los casos de viudedad, hay que considerar que cada caso, es un caso diferente. Pero si podemos vislumbrar algo, a través de unas reglas generales que con sus exenciones siempre se dan. La primera, es que varía mucho la dureza de la viudez de una viuda, sobre la de un viudo. No digo, que una sea más dura que la otra, aunque si hay viudas que reconocen que en el caso del viudo, el tema es más duro. En todo caso, se trata de distintas formas de dureza, pues tanto la mujer como el hombre, somos seres que sufren y disfrutan de forma diferente y con diferentes medios y situaciones. Somos diferentes y como tal como reza el chiste del el mejicano, diremos: ¡Y viva la diferencia!

            La segunda regla general, es la de que cuando el cónyuge supérstite es joven, las posibilidades de que vuelva a casarse son muy probables. El hombre y la mujer están creados por el amor de Dios que es puro amor, y necesitan amar y ser amados. Hay personas que esa necesidad de ama y ser amados, la colman suficientemente con el amor sobrenatural, por que aman y se sienten amados por el Señor. A este respecto la Madre Angélica, conocida monja norteamericana, escribe: “Tu matrimonio ha sido una fuente de felicidad para ti, pero no ha sido la fuente de tu alegría. Dios lo ha sido. Dios lo es. Y Dios lo será siempre”.

            La persona cuando no puede derramar su amor y siente que no recibe, se enroca en sí misma, y germina en ella el egoísmo. Es el caso de los solteros, que a fuerza de no amar a nadie, terminan por encontrar una persona a la que amar y esta es él o ella misma. Porque el amor implica dación y sacrificio, incluso aunque no se reciba nada a cambio y el que es egoísta, ha fracasado en dar por amor y no en recibirlo suficientemente de otras personas, por ello se encierra en sí mismo y se labra su propia desgracia si es que solo piensa en  el amor humano y nuca ha probado las mieles del amor sobrenatural. 

            Desde luego de que el principio de que nunca segundas partes fueron buenas, se quiebra totalmente aquí, porque se dan muchos casos,  en lo que, el que el que se vuelve a casar, encuentra una felicidad humana mayor en su segundo matrimonio de la que encontró en el primero. Pero dejemos bien claro algo muy importante, todo lo que aquí digo, insinúo o afirmo, es con referencia  a matrimonios bendecidos por el sacramento correspondiente, del cual emana siempre unas gracias divinas, que funcionan a la perfección, si los contrayentes son conscientes de buscar la santificación de su amor, estemos seguros de que la encontrarán y serán felices, porque habrán comprendido que el matrimonio para que funcione correctamente tiene que ser una cosa de treses, ellos dos y el Señor, que siempre será el más interesado en que ese matrimonio haga feliz, humanamente hablando, a los dos contrayentes.

            Es por ello, que nunca serán perfectas las situaciones nacidas de unas ilícitas relaciones y legalizadas en un juzgado civil, porque lo que han legalizado a los ojos de Dios es un concubinato y nunca podrán recuperar su entrada en el ámbito de amor del Señor, mientras estén viviendo en esa situación de ofensa al Señor, que raramente dura muchos años. Del alma de estas personas, siempre mientras dure el concubinato, estará ausente la inhabitación Trinitaria,  y si uno de los dos abandona este mundo, lo más probable para su desgracia, es que el supérstite del concubinato, cualquiera que sea la edad que tenga, busca otra concubina u otro concubino. Porque en esta vida como dice el refrán: Nunca falta una flor para un tiesto.

            El párrafo anterior, nos trae a colación, la edad de los cónyuges supérstites, en los matrimonios canónicos normales. Cuando se trata de personas jóvenes incluso con hijos pequeños, parecer ser recomendable un segundo matrimonio, pues todo niño tiene derecho a criarse con un padre y una madre y no es un gran problema que el padre o la madre no sean, los legítimos padres por vínculo sanguíneo, pues los niños pequeños tienen una gran capacidad de adaptación. Pero es distinto el caso de los cónyuges supérstites de edad avanzada, donde median muchos problemas. El primero de ellos, es la falta de capacidad de adaptación a una nueva situación que tiene las personas mayores, pues que ya nos son jóvenes, que se acomidan a todo y todo les ilusiona. La persona mayor carece de la capacidad de ilusionarse que tienen los jóvenes. Por otro lado es lo normal que haya hijos mayores e incluso casados, los cuales miraran, con recelo y nuca les hará gracia que su padre o su madre traigan a la familia, una madrastra o un padrastro. Si la familia es acomodada, no tiene nada de extraño, que los hijos vean en la madrastra o en el nuevo padrastro un futuro competidor en el reparto de la herencia cuando llegue el momento.

            Generalmente en casos de personas de avanzada edad y con hijos, no son las madres las más propicias a buscar un nuevo cónyuge, pues su vida de soledad no suele ser tal, ya que llenan sus vidas, con sus nietos y los problemas de los matrimonios de sus hijos, ya que tienen una tendencia a identificarse con ellos. En este punto, la viuda ha de ser prudente, porque una fuerte intervención en los matrimonios de sus hijos o hijas, puede dar lugar a problemas entre los jóvenes matrimonios. Téngase siempre en cuenta que la política todo lo envenena; Si hay un término que exprese amor y cariño es el de madre, pero si le añadimos el adjetivo política, lo convertimos en suegra. Y es que la política todo lo envenena.

            En cuanto a la posibilidad de nuevas nupcias, de viudos de edad avanzada, la necesidad de casarse nuevamente se le puede acrecentar al viudo, si ve que sus hijos, no le hacen ni caso y que su soledad le pesa porque no ha sabido rellenarla con alguna cosa que le llene la vida. Desde luego que dada la proximidad que tiene al momento de abandonar esta vida, lo ideal es que se dedicase a cuidar su alma y prepararla para el más allá. Pero no son muchos los que escogen este camino y cualquiera que sea su situación económica y si es desahogada con más entusiasmo, se dedican a buscar jóvenes a las que les llevan muchos años y desde luego que las hay dispuestas a casarse con el viudo, porque en esta vida el amor es siempre autosugestión y cuanto mayor es el auto mayor es la sugestión. No necesito decir, que para cometer esta insensatez, también hay viudas que las realizan, pero si marginan lo material y se centran en lo espiritual, es posible que salga bien. No obstante es de ver que hay casos en los que la diferencia de años no es muy acusada y de buena fe, hay mujeres solteras o viudas, que pueden mutuamente resolverse el problema de la soledad de ambos y ser felices, hasta donde se puede ser en esta vida.

            Un último consejo. Siempre en todos los casos mucha prudencia, no hacer nunca el ridículo, y aunque no se sea un entregado creyente, consultar la situación, con algún sensato y maduro sacerdote, pues no podemos imaginarnos lo que se aprende sobre estos temas escuchando en un confesionario. 

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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