Según el diccionario de la Real Academia Española, legitimación significa: “probar o justificar la verdad de algo o la calidad de alguien o algo conforme a las leyes”. En este caso, al magisterio de la Iglesia. Parece que algunos de los teólogos de la liberación, pretenden apropiarse de la visita del Papa Francisco a Brasil para revindicar su postura teológica. Sin duda alguna, se trata de algo irónico. Después de haber prescindido -durante tantos años- de la aprobación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cómo es que ahora se encuentran tan interesados en ser palomeados por el Papa. ¿Arrepentimiento o publicidad? Me inclino por la segunda opción.
Ciertamente, no todos los aspectos de la teología de la liberación son contrarios a la instrucción “Libertatis Nuntius” (1984); sin embargo, es un hecho que el marxismo resulta opuesto al cristianismo. De ahí que la intervención del entonces cardenal Ratzinger, fuera justa y necesaria. Quien esto escribe, creció en el contexto de una pastoral juvenil marcada por dicha teología y sabe lo que significa que hagan del Evangelio una mera propuesta sociológica, identificada con el activismo. Entonces, ¿por qué insisten? En el fondo, están aprovechando la cobertura mediática, lo que se convierte en una buena oportunidad para vender más libros y ser invitados como conferencistas. No está mal que obtengan ingresos, el problema es que lo hagan desde una perspectiva llamada “católica”, cuando en realidad dista mucho del Evangelio y, por supuesto, del magisterio eclesial.
Lo que atrae a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud no es el interés por la teología de la liberación, cuya pastoral ha vaciado parroquias enteras y minado a muchas congregaciones religiosas desde dentro, sino la necesidad de encontrarse con Cristo, de hacer camino con la ayuda del Papa Francisco. No permitamos que se pierda el protagonismo de las nuevas generaciones, para darle ese lugar a un grupo de personas que caen justo en lo que critican. Piden tolerancia, siendo intolerantes con todo sacerdote que decida sentarse a confesar. Por lo tanto, el centro del viaje apostólico en cuestión son los jóvenes venidos de todas partes del mundo para unirse en una misma fe.