Es un país curioso España. “Spain is diferent”, que diría aquel. No sé si en algún otro lugar del mundo serán tan olvidadizos de la historia como lo somos los españoles, tan desagradecidos a la misma, tan desapegados a su cultura, sus raíces, su país. No es tanto un lamento como un pesar. Y fruto de ello las contradicciones afloran por doquier.
Vivimos en un país donde no se puede exhibir la bandera nacional sin ser tachado de “facha” (con la tricolor sin embargo no hay problema). Miramos con repudio nuestras grandes gestas históricas, que las hubo. Abusamos de la picaresca hasta límites insospechados: el Lazarillo de Tormes o Rinconete y Cortadillo tendrían grandes posibilidades en nuestra sociedad de hoy en día; no tardarían en alcanzar importantes puestos. Y borramos a pasos agigantados nuestra herencia cristiana, importando tradiciones extranjeras y prácticas de nuevas espiritualidades, como las orientales, que parecen más modernas y acordes al evolucionado hombre de nuestro tiempo.
Santiago Apóstol, patrón de España, cuya fiesta celebramos esta semana, es claro ejemplo de todo ello. Sobre el Camino de Santiago se vertebró la Europa cristiana. Bajo su signo se fortaleció la lucha de la Reconquista. Su protección ayudó a que hoy en día seamos cristianos, y no musulmanes (por más que pudiera parecer que a alguno le pese).
En multitud de poblaciones donde se celebran fiestas de moros y cristianos, no falta la polémica por lo inadecuado de dichas celebraciones, so pretexto de una falta de respeto a la cultura musulmana (barata excusa de aquellos que aborrecen ver exaltada una cruz, un santo, o el nombre de Jesucristo). En mi tierra, pobre de aquel que no alabe el manido “legado andalusí”. Y no hablemos de mi ciudad, Granada. Llegará el día en que no se pueda celebrar el “Día de la Toma” (2 de enero, fecha en que Boabdil entregó a Isabel y Fernando las llaves de la ciudad). Pronto tendremos que pedir excusas por haberla reconquistado. Raro es que en la última visita oficial a Marruecos no les hayamos llevado una réplica de las llaves, por aquello de compartirla.
En fin, llámenme retrógrado, intolerante, o lo que crean conveniente. A mí me llena de orgullo pensar que unos paisanos míos dieron su vida para que España fuera cristiana. Que estamos de acuerdo en que ahora vivimos otros tiempos; pero que nadie se olvide de que toda Europa suspiró aliviada cuando los españoles comenzaron a empujar hacia al Sur a los musulmanes. Por no hablar de Lepanto siglos más tarde. Aunque quizá habrá que borrar dicha batalla de los libros de historia cuando Turquía entre en la Unión Europea (no vayamos a herir sensibilidades, ya saben).
Es muy “valiente” hacer hoy ascos a nuestra religión cristiana. Pero habría que ver qué ascos estarían permitidos si no lo fuésemos. No hay más que analizar qué libertades tienen o acabarán teniendo los de la “primavera árabe” (que mira que hasta para vendérnosla somos primos y nos la cuelan).
Lo dicho: bendito sea Dios por habernos dado a Santiago como patrón. Hoy más que nunca, como soldado de Cristo que cada día intenta batallar para que los hombres conozcan su Amor, para que acojan su salvación, proclamo, como aquellos grandes soldados lo hicieran siglos antes que yo: ¡Santiago y cierra, España! Que falta nos hace.