Todo hábito se adquiere mediante la repetición de actos. De ahí que no basta un acto para construirlo. Lo interesante es que el mismo mecanismo que se usa para generar los hábitos es también una garantía de su permanencia. En efecto, así como no basta un acto para construirlo, el hábito tampoco se destruye con un acto en contrario.
La castidad es una virtud, es decir, un hábito que me perfecciona en cuanto ser humano, un hábito bueno. De ahí que lo dicho respecto de los hábitos en general se aplica también a la castidad. No sólo no basta un acto para construirla, sino que, una vez adquirida, un acto en contrario no la destruye.
Esto es fundamental, porque muchas veces, cuando uno realiza un acto contrario a la castidad, piensa que lo ha perdido todo, y esto no es así. Si sólo pasó una vez, el hábito no se ha perdido.
Un error frecuente es pensar: “Si pasó una vez, da igual que pase de nuevo”. Esto sí es peligroso, porque cuando se sostienen en el tiempo actos contrarios a la castidad, ahí sí se la pone en peligro.
De este tema tan importante nos ocupamos en este penúltimo episodio del curso: “7 mitos sobre la castidad”. En este episodio, nos ocupamos del siguiente mito: “Si me equivoco, lo pierdo todo”.