Un concierto de voces se alzará durante esta nueva edición de la Jornada Mundial de la Juventud. Peregrinos, obispos, cardenales, sacerdotes, laicos y otros tendrán ocasión de vociferar homilías, catequesis, explicaciones, proyectos y un sinfín de mensajes e iniciativas útiles y provechosas para la vida de la Iglesia. En este maremágnum comunicativo no siempre es fácil distinguir las voces más importantes de este evento; por ello, desde mi experiencia de peregrino, me he animado a mencionarlas:

En orden de obviedad...
 
Una Jornada Mundial de la Juventud es una fiesta de fe donde millones de jóvenes católicos se encuentran con el Vicario de Cristo. Es un encuentro muy hermoso y profundo – ¡lo he vivido! – y lo es en gran parte por la responsabilidad y la madurez que exige. ¡Así es! Encontrar al Papa no es como encontrarse con un personaje público importante; mientras este último no nos necesita, el Papa en cambio sí, él tiene una gran necesidad de nosotros. Cada palabra que el Papa nos dirige en una JMJ está llena de la confianza y la esperanza que deposita la Iglesia universal en su juventud. El Papa nos hace partícipes en un modo especial y protagónico de la vida de la Iglesia, compartiendo con nosotros sus alegrías y sus cruces e invitándonos a asumir nuestra vida cristiana cada día con mayor amor y compromiso. ¡Es fundamental comprender el peso de estas palabras! El encuentro con el Papa en una JMJ debe estar marcado por una actitud de escucha reverente y un esfuerzo serio por tomar conciencia del propio rol en la misión apostólica de la Iglesia.

Una JMJ es un lugar privilegiado para aprender a escuchar, reconocer y amar la voz de la Iglesia. Esta jornada es un desfile de razas, de culturas, de estados de vida, de edades, de lenguas y de nacionalidades que encuentran una misteriosa y gozosa atadura en la fe en Jesucristo. El ambiente, la alegría, la oración, la amistad, todo es muy humano pero no se reduce a lo humano; somos nosotros pero se percibe una presencia que va más allá de nosotros. La voz de la Iglesia en una JMJ nos abre los horizontes y nos permite entrar en la riqueza inmensa y apasionante de su identidad, de su origen y de su Espíritu. Personalmente esta fue una de las voces que más me impactó en Madrid 2011. 
 
Una idea más; nadie después de este evento puede continuar pensando que la Iglesia Católica está conformada sólo por obispos y sacerdotes. La voz de la Iglesia durante esta jornada grita fuerte nuestra pertenencia.
 
Una Jornada Mundial de la Juventud es una ocasión preciosa para escuchar la voz de Dios en nuestras vidas. La voz de Dios no es genérica ni ambigua; si realmente tengo el corazón abierto, Dios se dirige a mí en modo personal y muy concreto. Eso sí, es una voz que yo no puedo controlar, no puedo pedirle cómo ni cuándo manifestarse. Tal vez sea hoy durante la homilía del Papa o tal vez mañana en la adoración eucarística… no lo sé. Será un sentimiento sobrecogedor o una idea sutil… no lo sé. De lo que sí podemos estar seguros es que Dios toca a la puerta de nuestras vidas constantemente y para escucharlo hay que tener el corazón atento a su voz y disponible para lo que nos pueda pedir. 
 
Si aún no lo hemos hecho, una JMJ es una oportunidad privilegiada para plantearle al Señor la pregunta sobre el propio camino vocacional.
 
Aunque trate, el mundo no es y no puede ser indiferente a la presencia de Dios. Una fiesta de fe como la Jornada Mundial de la Juventud genera diversas reacciones en el mundo: unas son positivas, representadas por las miles de personas que sin participar en la JMJ se verán edificadas y sorprendidas por la hermosa manifestación de alegría cristiana que se vivirá día tras día en las calles de Río; y otras negativas, representadas por las protestas y las manifestaciones de odio contra la Iglesia, contra el Papa e incluso contra la misma fe. Ambas reacciones conforman la voz del mundo y sea en su expresión positiva que negativa, nos hablan de la gran hambre de Dios que existe en el corazón del hombre. Escuchar con atención esta voz es responsabilidad de todo auténtico católico. Si la misión de la Iglesia es cooperar con la salvación de la humanidad, conocer el puesto de servicio que Dios te ha asignado pasa por saber escuchar y responder a las voces que en tu entorno claman por encontrar a Dios. 

Ninguna de las voces anteriores tendrá un significado real si las palabras pronunciadas no tienen eco en tu propia voz. Una JMJ una experiencia muy profunda y espiritual pero si al final no eres tú mismo quien responde con un “sí”, todo quedará como un bonito recuerdo y nada más. Es fundamental escucharse a sí mismo diciendo: “sí, quiero”; quiero ser más santo, más católico, más fiel a la misión y al espíritu de la Iglesia. Ese querer debe estar acompañado por la certeza que somos personas frágiles y de voluntad dividida, y que necesitamos del auxilio divino para llevar a buen puerto nuestras buenas intenciones. Pídele a Cristo que materialice y bendiga esos buenos propósitos, ten la certeza que Él te escuchará.