Los psiquiatras que han reconocido a José Bretón, el parricida, aseguran que no tiene ninguna enfermedad mental. El móvil más plausible del asesinato de sus dos hijos menores, Ruth y José, es el odio a su mujer. El odio plasmado en la más horrible venganza.
El jurado popular que lo ha condenado por unanimidad considera probado que Bretón compró los tranquilizantes Orfidal y Motiván para adormecer a sus hijos y que, provisto luego de una gran cantidad de gasóleo, quemó a sus dos hijos hasta calcinarlos en la finca familiar "Las Quemadillas", en octubre de 2011.
La conducta de Bretón me recuerda a las escalofriantes declaraciones que me hacía recientemente María del Carmen, la ama de casa que ha estado poseída por Satanás y Lucifer durante cinco interminables años. Según ella, el demonio quiso que matase a sus dos hijos menores. Sintió un impulso irrefrenable a cometer ambos crímenes pero su marido se llevó providencialmente a los niños aquel día.
¿Es José Bretón tal vez otra víctima del diablo, consumado experto en explotar los siete pecados capitales, en su caso la ira, un sentimiento incontrolado de odio?
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