Los escribas eran un estamento social judío que se dedicaba a la copia e interpretación de las escrituras. Sin duda había escribas que no dudaban en aplicar la letra antes que la misericordia, cuando Dios nos ha dejado claro que debe ser justo lo contrario. Cristo criticó duramente esta actitud legalista que además, se podía utilizar en beneficio propio con frecuencia. Pero también había buenos escribas y algunos se convirtieron:
"Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". (Mt 13, 52)
El don de la sabiduría no es algo rechazable, sino un regalo que Dios ofrece a algunas personas. El Espíritu Santo se encarga de sembrar la semilla en el ser de la persona y de hacerla crecer. La sabiduría es reflejo de Dios mismo y de ahí la importancia de quienes llevan el entendimiento a los demás. En el Evangelio de hoy se indica que quien aprovecha la sabiduría de forma egoísta, será juzgado con severidad. Pero quien ofrece los pocos dones recibidos, con caridad y humildad, es valorado en gran medida por Dios:
Y ¿Quién es esa pobrecita [viuda] sino yo mismo y mis semejantes, que damos lo que podemos, y deseamos explicaros lo que no podemos? Porque Dios no considera qué es lo que habéis entendido, sino vuestro ánimo de entenderlo. Todos podemos ofrecer un cuadrante, que es la buena voluntad, la cual se llama cuadrante porque existe con otras tres cosas, a saber: pensamiento, palabra y obra. Cuando dice: "Pero ésta ha dado todo lo que tenía", expresa que todos los placeres del cuerpo consisten en el alimento. Por esto se dice: "Todo el trabajo del hombre está en su boca" (Ecle 6,7). (Pseudo-Jerónimo. Catena Aurea. Mc 12, 41-44)
Según nos indica el texto que acabo de compartir, la viuda representa a los que luchamos por compartir lo poco que tenemos y con ello, dar vida y ánimo a los demás. A veces es posible, otras veces nos parece que trabajamos sin resultado alguno. En los tiempos que vivimos, los esfuerzos de evangelización casi nunca llegan a germinar. Parece una misión sin sentido. Pero no es así. Nuestra misión en lanzar las semillas, aunque los terrenos sean pedregoso, secos o estén llenos de malas hierbas. No debemos quedarnos con la semilla, porque entonces nos pareceremos a los malos escribas que guardan para sí mismos, lo nuevo y lo viejo. ¿Para qué nos sirve quedarnos con lo que no es nuestro?
Este es el sentido de la caridad: ofrecer los dones recibidos sin esperar nada a cambio. Buscar la esperanza en Dios y no en los seres humanos. Poner el sentido de nuestra vida en el Señor, siempre con humildad y en silencio. Nada somos ni podemos, por nosotros mismos. Trabajar en la viña sin vestirnos con largas vestiduras, esperar primeros puestos o ser saludados por las plazas. Nada de esto tiene sentido verdadero. Son sólo apariencias sociales y reclamos que nos hacen olvidar la verdadera misión que tenemos encargada.
Saquemos de nosotros lo nuevo y lo viejo, para compartirlo. Lo que da sentido a lo inmediato y lo que tiene sentido trascendente. No tiene sentido compartir lo que nos sobra, sino lo que es esencial para nosotros. Ofrezcamos esto a quien lo necesite, aunque todavía desconozca que lo necesita. Sólo Dios sabe la semilla de la que brotará una nueva planta evangelizadora.