¿Y cómo puedo saber…, yo cuál es tu voluntad Señor? Esta es la pregunta, que siempre se hace el que tiene deseos de amar a Dios y salvar su alma, porque aunque nadie se lo haya dicho, sabe que el amar la voluntad de Dios es una condición sine qua non, es imposible llegar a la vida eterna gloriosamente, no condenadamente, porque nuestras almas al ser de naturaleza espiritual, para bien o para mal son eternas, solo son nuestros cuerpos de naturaleza material los que como toda materia tarde o temprano fenecen. 

            La voluntad de Dios sobre nosotros, es decir lo que Dios desea y espera que nosotros hagamos, es básicamente de dos clase aunque hay otras clasificaciones, como Voluntad significada y de beneplácito y otras clasificaciones más que no son del caso entrar en ellas. Aquí y ahora para nosotros, hay dos clases. Hay una voluntad de Dios genérica y otra específica.

            Dicho en otras palabras, Dios nos ha hecho a todos diferentes, no existen dos seres humanos, ni animales ni el en orden vegetal, dos plantas, árboles e inclusive hojas iguales de un mismo árbol, lo cual es un dato más de lo que es la grandeza de Dios. Y no solo somos diferentes en cuanto a nuestras almas y nuestros cuerpos, sino que Dios nos ha establecido en este mundo  en una nación diferente, con unos padres diferentes, en unos status sociales diferentes y con unas capacidades intelectuales, distintas frutos muchas veces de unas fuerzas de voluntad distintas en cada uno de nosotros. Todo lo cual nos da idea de que dada la omnipotencia del Dios, ya esta le permite siempre crear con singularidad y nunca en serie con repetición como nosotros creamos. Y como quiera que a todos, nos a hecho diferentes a uno de cada otro de nosotros, espera y desea un cumplimiento de su voluntad distinto. No existen dos personas a las que igualmente les pida lo mismo. Lo que desea Dios de cada uno de nosotros es siempre distinto.

            Por lo tanto hay una voluntad de Dios genérica, que es igual y aplicable a todo ser humano y otra de carácter específico, especial para cada uno de nosotros. La voluntad genérica, el mínimo común aplicable a todo ser humano, son por ejemplo el cumplimiento de los diez mandamientos. Él mismo nos dejó dicho: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14,21). Es decir, quien guarda los mandamientos vivirá en gracia de Dios, y si cae en pecado y se levanta confesándose, la Santísima trinidad volverá a inhabitar en su alma, y en esas condiciones, siempre tiene asegurada la vida eterna como hijo de Dios y el privilegio de contemplar su Rostro.

            Pero hay un deseo divino que es diferente sobre cada uno de nosotros y que si deseamos amar más al Señor hemos de buscarlo. Esta voluntad divina sobre cada uno de nosotros es totalmente diferente, según la persona de que se trate. El Señor no le pide lo mismo, a una persona consagrada a su servicio, es decir, una monja u un presbítero, que a una madre o un padre de familia, o a un hijo o hija dependiente de sus padres, que a una soltera o a un soltero independiente. Mientras que la voluntad común aplicable a todos y en todo momento, es decir el cumplimiento de los mandamientos, no varía con el tiempo, si varia lo que Dios desea específicamente en cada uno de nosotros de acuerdo con el tiempo, es decir de acuerdo con nuestras edades, circunstancias y otros varios factores que configuran el desarrollo de nuestra vida material, y en cada momento de ella. La voluntad del Señor sobre cada uno de nosotros, no es igual cuando éramos niños en el colegio, o cuando éramos adolescentes o cuando se es adulto o en la llamada tercera edad, eufemismo este, fruto del  apego de las personas a este mundo y el imposible deseo de quedarse aquí abajo; creo que es más lógico emplear el término vejez o senectud, con alegría de haber llegado, a esa etapa de la vida y la mayor alegría de estar cada vez más cerca de llegar a ver al Señor,

            Mientras que la voluntad común de Dios, es inmutable cualquiera que sea nuestra edad, no es así, en el caso de la, voluntad de específica de Dios sobre cada uno de nosotros, que siempre está variando, conforme a los tiempos, edades y circunstancias que no rodeen.  Por ello no es fácil saber lo que Dios desea en cada momento de nosotros. Y nuestra obligación es buscar la voluntad específica de Dios con uno mismo y en la época en que se viva.

            Jacques Philippe, en su libro, La paz interior, escribe: “Si hacemos un esfuerzo de discernimiento y de búsqueda de la voluntad de Dios, el Señor nos hablará por distintas vías, y nos hará comprender de un modo claro cuál debe ser nuestro modo de actuar. Y entonces tomaremos nuestra decisión en paz. Sin embargo puede ocurrir que el Señor no nos responda. ¡Eso es completamente normal! En ocasiones nos deja simplemente libres; a veces tiene sus razones para no manifestarse…. Si el Señor nos deja así, en medio de la incertidumbre, debemos aceptarlo tranquilamente…. En la incertidumbre hay que decir: haga lo que haga estará bien, puesto que intento hacer el bien. Lo que nosotros consideramos bueno, Dios lo acepta y lo considera bueno”

            En sentido similar Thomas Merton escribe: “Dios, Señor mío, no tengo idea de a dónde voy. No veo el camino ante mí, saber con certeza donde termina. Tampoco me conozco realmente, y el hecho de pensar que estoy siguiendo tu voluntad no significa que en realidad lo esté haciendo. Pero creo que el deseo de agradarte de hecho te agrada. Y espero tener este deseo en todo lo que hago”.

            Y el polaco Slawomir Biela nos dice: “Lo más importante es que exista en ti, el deseo de buscar la voluntad de Dios. Entonces optarás por saltar, aunque experimentes mucho miedo, como cuando uno se cae repentinamente de una escalera. La caída no tiene por qué ser grande, pero tú tendrás la impresión de que caes a un abismo, de que mueres. No obstante para tu sorpresa, aterrizarás sin hacerte ningún daño, y Dios te permitirá de nuevo distinguir rápidamente su voluntad. Estas difíciles pruebas de fe pueden ser las situaciones inesperadas que aparecen en nuestra vida. En esas oscuridades Dios espera que busques su voluntad”.

            Lo que personalmente considero importante, para conocer lo que Dios desea de nosotros, en todo lugar y momento, es tener presente que al Ser Dios amor y solo amor (1Jn 4,16) el conocimiento de la voluntad divina, se relaciona con el amor al Señor y lo que de este amor, si es de verdaderamente apasionado, siempre se desea con ardor amar aún más. Hay qué desear amarte más Señor, porque cuanto más se te ama mejor se te comprende uno.

            La profundidad de nuestro amor al Señor, nos evitará algo que es común y frecuente que le suceda a uno, como es tratar de buscar la voluntad del Señor pensando en la nuestra. Porque lo que nunca debemos de hacer es tratar, de que la voluntad del Señor se acomode a la nuestra. Cuando se ama de verdad al Señor y a su voluntad, la gracia de Dios se anticipa a nuestra voluntad para hacernos querer algo, y viene también en nuestra ayuda para que no queramos en vano. Sin duda, escribe Reggio Pius Aimone, O. P., que tenemos el poder de sustraernos a la gracia, pero ésta tiene también el poder de contrarrestar el que nos sustraigamos a ella o el poder de volver a encontrarnos cuando Dios ha permitido que nos sustraigamos a ella por cierto tiempo. Dios hace cuanto quiere.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

            Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

            La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.

Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com