La pobreza y la riqueza pueden ser de dos clases…, a saber la material y la espiritual. Esto determina la existencia de cuatro clases de personas distintas, de acuerdo con su sentido material o espiritual de sus vidas y la riqueza o pobreza que se tenga sobre bienes espirituales o materiales, más adelante trataremos de este tema.

            Nosotros tenemos un cuerpo perteneciente al orden material y un alma perteneciente al orden espiritual. Todos sabemos que el orden espiritual es superior al orden material, sencillamente porque Dios creador de todo lo visible y lo invisible a la capacidad de nuestros ojos materiales, es un Espíritu puro y fue Él, el creador del orden material, y en base al principio antrópico entendemos que Dios creó el universo, solo para nosotros.

            Hago un paréntesis en el texto de esta glosa, para el supuesto de que algún lector no sepa lo que es el principio antrópico. El término antrópico, viene de la palabra griega anthropos, que significa ser humano. Y este principio antrópico, viene a responder, a la pregunta sobre la relación que hay entre la enormidad del universo y nuestra existencia. Y lo que se afirma este, es que por los datos y cálculos de la física, la conclusión más lógica, es que "hay  o existe universo para que se dé la existencia humana".

            El obispo Ignacio Munilla, en E. Cristian el 12-02-2004, manifestaba que: “Desde el punto de vista de la fe, el principio antrópico se entiende a la perfección. El hombre es la cumbre de la creación; todo el universo fue creado a su servicio. Y cuando la evolución alcanzó el grado de desarrollo necesario, Dios sopló el aliento de vida, es decir, creó e infundió el alma espiritual para que podamos ser lo que somos: personas humanas con la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios”.

            Reanudando el texto de esta glosa, diremos que: Antes del pecado original, en Adán y Eva, sus almas gobernaban sus cuerpos y su vida era perfecta, porque donde gobierna un orden superior hay perfección pero donde gobierna un orden inferior sobre uno superior, siempre hay caos. Como consecuencia del pecado original, el orden se invirtió y nuestra alma espiritual, pasó a ser sojuzgada por las apetencias de nuestro cuerpo material. Esto determina que el que desea ir hacia Dios ha de sostener una lucha llamada ascética para que su alma se imponga frente a los deseos de su cuerpo.   

            Dios que nos ama tremendamente, nos envió a su propio Hijo, para que nos liberase de las consecuencias del pecado original, que nos sometía a la esclavitud de satanás. Porque si hay algo que le interese a Dios, es precisamente la salvación para la vida eterna de todos los seres humano, es lo que se denomina: La voluntad salvífica universal de Dios.

            Pero dado que hemos sido creados personas con un libre albedrío, somos nosotros los que tenemos que luchar, escogiendo siempre el bien y no el mal, si es que nos queremos salvar y tener muy presente algo muy sencillo, pero que muchos olvidan y es que Dios como Espíritu puro aprecia más la intencionalidad de nuestra alma que la materia que podamos adquirir, es decir la riquezas o bienes materiales están a los ojos de Dios muy por debajo de las riquezas de nuestra alma o bienes espirituales.

            A Dios que ha creado todo no le interesa la materia, sino el espíritu sino concretamente nuestra alma, por ello es más importante que tengamos nuestra alma limpia a los ojos de Dios, que estar rodeado de riquezas materiales acumuladas. Pero dada esa preponderancia y mando que le damos a nuestro cuerpo sobre nuestra alma, lo cual es una herencia del pecado de Adán y de Eva, es más importante para nosotros la riqueza y la pobreza material que la espiritual.

            Y teniendo en cuenta lo que al principio decíamos, y lo que aquí escribimos, no hay entre nosotros una doble división entre pobres y ricos,  tal como mucha gente piensan, sino que la auténtica división es de cuatro clases de personas. El factor que fija la división es la posesión real o deseada de riquezas.

            Los ricos pueden ser amantes de sus riquezas y apegados a ellas y también los hay aunque sean los menos, simples tenedores de riquezas que poseen y desapegados de ellas, porque sus almas les dicen, que lo más importante es amar a Dios y no anteponerle a ÉL, nada material, es decir, podríamos señalar  que hay ricos materiales y ricos espirituales  Otro tanto pasa en los pobres, hay pobres ricos en espíritu y pobres, ricos en el deseo de poseer riquezas. Antes decíamos que Dios, como Espíritu puro que es, aprecia más la intencionalidad de nuestra alma que la materia que se pueda poseer. San Juan de la Cruz en su libro “La subida al monte Carmelo”, escribía: “Se dice pobre, aunque efectivamente sea rico, porque su voluntad no la tenía pegada a las riquezas y por lo tanto, prácticamente era pobre. Pero si por el contrario hubiera sido pobre realmente y no lo fuera con la voluntad, no hubiera sido pobre de verdad, ya que su alma estaba rica y llena de deseo y apetito de riqueza... Porque la desnudez no consiste en carecer de las cosas sino en no desearlas”.  Tomemos nota de este fundamental principio que enuncia San Juan de la Cruz: “La desnudez no consiste en carecer de las cosas sino en no desearlas”.

            San Josemaría Escrivá, cuenta en uno de sus libros, que durante la guerra, le llamó la atención ver a un pobre que acudía a un comedor de Auxilio social, cogía su plato de sopa y se iba a un rincón y cerciorándose de que nadie le veía sacaba del bolsillo una cuchara de plata envuelta en unos papeles, la desenvolvía y se tomaba la sopa con la cuchara, y luego con mucho cuidado mirando y acariciando la cuchara la envolvía otra vez en los papeles y la guardaba. Evidentemente, esta cuchara era lo único que poseía este pobre, pero estaba completamente apegado a su riqueza lo mismo que si ella fuese un cortijo.

            Pobres y ricos, los hay en todas partes, unos apegados a lo que tienen y otros apegados al deseo de tener lo que no tienen, ambos, están dominados por la materia y ambos dejarán sus riquezas y sus deseos de riquezas en este mundo, nadie ha logrado llevarse nada material de aquí, pero si los hay pobres y ricos que han dominado su afán de apego a la riqueza, y han obtenido durante su vida terrena un sinfín de bienes espirituales, que si se los han llevado para arriba.

            Nos dice el Señor: “19 No alleguéis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. 20 Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban”. (Mt 6,19-20).

            Por otro lado no pensemos como muchos piensan, que el ser pobre es tener ya asegurado el cielo y que los ricos tienen todos sacado ya un pasaporte para el infierno. Pobres y ricos los hay, y los habrá en el cielo y en el infierno.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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