Actualmente millones de personas entran en contacto con otras gracias a las pantallas de los dispositivos móviles. A través de esas pantallas muchos seres humanos reciben, consultan y revisan material de toda índole en tiempo real.
El 12 de diciembre de 2013 el Papa emérito, Benedicto XVI, incursionó en Twitter, una de las plataformas de redes sociales de mayor penetración mundial y expansión.
Más allá de la polémica suscitada por entonces en torno a la conveniencia (Cf. A. Spadaro, «Risposta a 4 dubbi sulla presenza del Papa su Twitter», 12.12.2012, en http://goo.gl/7WicV) o no de un perfil personal del Vicario de Cristo en Twitter, uno de los textos que mejor lograron captar la intencionalidad de fondo de la presencia del Santo Padre fue el artículo de Chiara Giaccardi en el diario Avvenire («Il tweet del padre», Avvenire, 28.12.2012, enhttp://goo.gl/DrKZH). Decía el artículo:
«Quisiera aprovechar la ocasión […] para ver cómo esto [el lanzamiento del perfil personal del Papa, n.d.r.] arroja una nueva luz sobre otro aspecto, relacionado sólo de manera aparentemente marginal: el papel del padre en la cultura contemporánea. En una época en la cual se multiplican las comprensibles reflexiones sobre “lo que queda del padre”, sobre la evaporación de esta figura tradicionalmente central para el orden social y sobre sus consecuencias disgregantes, la presencia del Papa en Twitter […] nos abre a la posibilidad de una mirada diferentes sobre nuestros roles ordinarios».
Es verdad que unas semanas después del uso activo de la cuenta de Twitter del Papa el estudio sobre las reacciones suscitadas en la web mostraban no precisamente reverencia hacia Benedicto XVI (Cf. «Un mes del Papa en Twitter: reacciones y contestaciones organizadas en un estudio y resumidos en una infografía» en http://goo.gl/vzi9g). En su artículo, Giaccardi también mencionaba que la imagen del padre seguía estando ligada, incluso inconscientemente, a un modelo de paternidad como ostentadora de la autoridad. De ahí que en la cultura hodierna, cuando se conteste la figura «tradicional» del padre (válido también para el Santo «Padre»), en definitiva se esté contestando la autoridad. Y por eso decía Giaccardi:
«El Papa nos muestra el modelo de un padre evangélico y bueno que al final hace superfluas las burlas, neutralizándolas. Y al mismo tiempo muestra, con la humildad de exponerse en un ambiente poco amistoso, haciendo prevalecer el don de la presencia al de la protección de sí mismo, lo infundado de tantas acusaciones banales. Sólo pasando por la humildad el padre puede testimoniar hoy su propia autoridad. Y en esto el maestro es Jesús, que no rehusó humillarse a sí mismo hasta la muerte desactivando así cualquier pretensión “revolucionaria” de la violencia. Aprendamos entonces cómo se puede estar en las redes sociales de un inmigrante […] que quizá tartamudea la lengua de la tecnología, pero ciertamente sabe cantar la del amor y, haciéndolo, llega a iluminar el sentido más profundo del mismo ambiente digital».
La aparición de un perfil de un Papa en Twitter ha sido la coronación de una previa y surtida presencia de cardenales, obispos y sacerdotes que, en buena medida, prepararon el aterrizaje pontificio. Valga recordar que en el pasado Cónclave 14 de los 115 cardenales tenían cuentas personales en Twitter. La presencia pionera del mismo Benedicto XVI en Twitter facilitó que su sucesor se beneficiase de la platea telemática de la red de los 140 caracteres: la sociedad de innovación Almawaye realizó un estudio según el cual, tan solo en la primera semana de pontificado, Papa Francisco ganó un 79% de comentarios positivos-neutros del total de tuits relacionados con él, mientras que apenas un 21% tenía una connotación negativa o sarcástica. Un par de semanas después los comentarios positivos-neutros ascendieron al 90%.
En una selección de account de sacerdotes (Puede verse una lista de los así llamados e-priest en Twitter en el siguiente enlace https://twitter.com/web_pastor/e-priest) en mi perfil personal en Twitter he individuado que este «colectivo» con más de 1,000 seguidores suelen tener una clara conciencia del tipo de comunicación que emiten precisamente en cuanto sacerdotes. Y esto, siguiendo la lógica del artículo de Giaccardi, es otra ejemplificación de la paternidad espiritual que los sacerdotes extienden a Twitter con su presencia y cercanía hacia los que, de otro modo, no la experimentarían.
Es verdad que, como decía el padre Lombardi en aquella famosa editorial titulada «La parábola del buon twittatore», «el mundo no se salvará a fuerza de Tweet», pero añadía también: «[…] sobre los mil millones de bautizados católicos y sobre los siete mil millones, algunos millones de personas podrán sentir más cercano al Papa también por esa vía [y análogamente también a todos esos sacerdotes y religiosos, n.d.r.], decir una palabra para ellos, una chispa de sabiduría para llevarse en la mente y en el corazón para compartir con los amigos».