Sobre San Ireneo, conocido como Ireneo de Lyon por la ciudad francesa de la que fue obispo, es poco lo que a ciencia cierta sabemos. Nace en la Asia Proconsular, en la primera mitad del siglo II, en alguna fecha entre los años 115 y 125, según unos, o entre el 130 y el 142, según otros, que a tal grado llega la incertidumbre que rodea su biografía. Siendo muy joven, en algún momento entra en contacto en Esmirna con el obispo San Policarpo (m. 155), discípulo del apóstol Juan, lo que convierte el testimonio de Ireneo en cuasiapostólico, pudiéramos decir.
Como quiera que sea, durante la persecución de Marco Aurelio Antonino, Ireneo es sacerdote en Lyon, de donde es enviado a Roma con una carta sobre la herejía del montanismo para el Papa San Eleuterio. De regreso a la ciudad, Ireneo sucede a San Potino, mártir de la persecución que sufre la ciudad.
Vuelta la tranquilidad a la Iglesia, Ireneo comienza su fecunda labor literaria en lengua griega, mucho más conocida que su persona. De muchas de sus obras sólo se conocen fragmentos a través de las reproducciones que realizan autores posteriores, principalmente Eusebio de Cesarea. Así, “Sobre el Tema del Conocimiento”; “Sobre la Monarquía, o como Dios no es la causa del Mal”; “Sobre el Ogdoad (el Octavo)”, probablemente contra el “Ogdoad” de el gnóstico Valentino; “Tratado sobre el cisma”; “Carta sobre la controversia pascual” dirigida al Papa San Víctor I terciando por las comunidades cristianas de Asia Menor que perseveraban en las prácticas cuartodecimanas sobre la Pascua; y un libro de homilías. Todos ellos recogidos fragmentariamente por Eusebio de Cesarea. También la “Carta al Papa Víctor contra el sacerdote romano Florino”, fragmentariamente conservada en lengua siríaca (arameo).
Dos obras magnas de San Ireneo llegan a nosotros, sin embargo, en su integridad.
La primera es el gran tratado en cinco libros “Adversus haereses”, es decir, “Contra las herejías”, de las que dice “proliferan como hongos”, subtitulada “Descubrimiento y refutación del pretendido conocimiento o falsa gnosis”, una de las grandes obras de la Patrística de la que llega a nuestros días una traducción latina muy antigua. Recoge una exposición de las principales herejías surgidas en el seno del cristianismo, proporcionando al tiempo una información de gran importancia sobre la Iglesia que conoció y aportando, entre otras cosas, el nombre de los primeros obispos de Roma, que sin el testimonio de Ireneo nunca habríamos conocido.
La segunda es la “Prueba de la predicación apostólica”, en la que relaciona el Nuevo Testamento con las profecías contenidas en el Antiguo, y de la que nos llega una traducción armenia.
Si nada o casi nada se sabe del nacimiento de Ireneo, no mucho más se sabe sobre su muerte, que pudo ocurrir hacia finales del s. II o principios del III. Su fiesta, en todo caso, la celebra la Iglesia latina tal día como hoy, 28 de junio, haciéndolo el 23 de agosto la Iglesia Griega.
En Madrid, una agradable parroquia de barrio sita en la calle General Kirkpatrick, 26 advoca su nombre y es magníficamente atendida por D. Pedro y D. Jesús, pastores de esos de los que tanto precisa la Iglesia, y hasta hace poco tiempo también D. Agustín, que en recientes fechas, inició el camino hacia el Señor. Para los tres, en un día tan especial para su parroquia, va este artículo.
©L.A.
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