Conforme nos indica el Drae…, el término o palabra fragancia tiene dos acepciones, una de carácter material y otra de carácter espiritual, es decir una se refiere a nuestro cuerpo y la otra a nuestra alma. La primera dice que fragancia es: Un olor suave y delicioso y en la segunda acepción nos dice que fragancia, es: El buen nombre y fama de las virtudes de alguien.
Si nos apuntamos a la primera acepción veremos que existe una notable similitud entre la fragancia que tiene el olor de las flores y la fragancia que emana del amor a Dios. Si recorremos un campo florido, sobre todo en primavera, observaremos que conforme nos vamos acercando a un macizo de flores, cada vez la fragancia de las flores del macizo van aumentando.
Por otro lado si vamos varios, observaremos que no todos apreciamos la fragancia que despiden las flores, con la misma intensidad; unos porque están constipados otros porque tienen alergias, y entre los que carecen de afecciones y están en buenas condiciones de salud, es el caso de que unos tienen más desarrolladas las facultades olfativas que otros. Porque de la misma forma que existen catadores del vino o de aceite también hay especialistas en conocer y clasificar perfumes.
El amor a Dios al igual que las flores tiene una fragancia, no se trata naturalmente de una fragancia material que la puede captar cualquiera de los cinco sentido de que disponemos –ver, oír, gustar, tocar y oler- sino de una fragancia espiritual que solo la pueden captar los sentidos del alma humana y no todas ellas. Esta posibilidad de poder captar la fragancia del divino amor, se extiende por todos hombres y todos tienen la facultad de poder llegar a aspirarla la fragancia espiritual del amor a Dios, pero desgraciadamente no todos ni todas, consiguen deleitarse en este mundo, con esa fragancia de amor, que el Señor le facilita, al que lucha por obtenerla. Y entre los que tienen esa dicha, no todos la saborean con la misma intensidad, porque siempre es distinto el nivel de acercamiento que las almas tienen al Señor, y el grado de la perfección y de la purificación que tienen las almas amantes del Señor.
Nosotros, por mucho interés que tengamos, nunca llegaremos a conocer en este mundo el nivel de vida espiritual que tienen las demás almas, ni siquiera el nivel nuestro por mucho que queramos conocerlo, ni el nuestro ni el de los demás, es imposible conocerlo, solo el Señor lo sabe. Hay un dicho popular que dice: De dinero y santidad la mitad de la mitad. Si llegamos al cielo posiblemente nos llevemos muchos chascos de ver el grado de gloria de todos aquellos que ahora conocemos, incluso ver una cantidad inmensa de almas que estarán por encima de santos canonizados. El barómetro que en este tema rige es el de un mayos amor al Señor y eso solo Dios lo sabe. Nosotros vemos los cuerpos de las personas, pero carecemos de la facultad de ver sus almas.
La fragancia que emite el amor de Dios es una consecuencia de la plenitud divina, porque en Dios todo es pleno e ilimitado y nunca nosotros seremos plenos e ilimitados, porque seríamos como Dios, que es lo que pretendió lucifer, al que le respondió San Miguel cuando lo derrotó, diciendo Quien como Dios. Nadie es como el Señor, ni puede serlo, aunque estemos ya en el cielo. El Señor todo lo que hace, lo ejecuta sin límite alguno, porque Él es ilimitado en todo. Pero es más su eternidad, no tiene ni jamás ha tenido principio ni tiene fin. Nuestra eternidad, más que eternidad es inmortalidad, porque si hemos tenido un principio, cuando Dios nos creó y lo que si tenemos ya es la eternidad a partir del momento de nuestra creación.
En el más allá, los que escojan el amor de Dios, eternamente gozaran embriagándose de la fragancia que emite el amor de Dios, algo que para nosotros aquí abajo, es imposible de entender ni de poder adquirir en plenitud. Desgraciadamente aunque todo ser humano tiene la posibilidad de poder aspirar la fragancia del amor divino, el ejercicio de esta facultad que todos tenemos, de irnos preparando para poder aspirar la fragancia del amor de Dios, no son muchos los que la ejecutan. La percepción de la fragancia de ese olor de amor es lo que les lleva a muchas almas, que de por sí viven habitualmente en gracia de Dios y en ellas inhabita la Santísima Trinidad, a un encuentro mucho más íntimo con el Señor.
Si es posible tener en este mundo, pequeñas y tenues experiencias de la embriagadora fragancia del amor de Dios. Y me da la impresión de que más de un lector se está preguntando: ¿Y cómo se logra esto, en esta vida?, aunque sea muy poco, en comparación con lo que será contemplando el Rostro de Dios, esto se logra aquí abajo, intensificándonos día a día en seguir a Cristo que bien claro dejó dicho: "24* Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. (Mt 16,24).
De entrada es necesario, adquirir una perfecta entrega al Señor, entregándole el timón de nuestra vida. Aceptar con alegría absolutamente todo lo que recibamos, sea bueno o malo porque todo, nos viene de las manos de Dios o bien, Dios lo permite para nuestra santificación. No olvidar la necesidad que tenemos de orar, de orar continuamente, frecuentar los sacramentos, es decir, luchar para aumentar nuestro nivel de vida espiritual, porque poco a poco, todo con perseverancia iremos activando los sentidos espirituales de nuestra alma. Porque serán los sentidos espirituales de nuestra alma los que nos permitan ver y apreciar los bienes espirituales.
Con una perseverante lucha ascética, puede quizás ser, que el Señor nos conceda el don de la contemplación y este don nos permitirá intimar mucho más con nuestro Amado y recibir los goces que esta intimidad proporciona. Pero nunca desesperemos, porque en los negocios del alma con el Señor todo es don y gracia, y si nada obtenemos será que no nos conviene obtenerlo, porque Él siempre nos da lo que nos es más necesario para nuestra eterna salvación, aunque nosotros no lo comprendamos.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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- Libro. MILAGROS EN LA EUCARISTÍA.- www.readontime.com/isbn=9788461179091
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