Como el profeta Jonás siempre tenemos la tentación de huir del camino que el Señor nos pide por las dificultades del camino o las personas que podemos encontrar. Estamos más seguros en nuestro pequeño mundo egoísta. Es nuestro terreno conocido que nos sustenta cómodamente.
Una ventaja que tiene el vencer las dificultades de nuestro egoísmo, es acercarnos más Dios. Un Dios de ternura que quiere llevarnos a una superación constante y renovadora.
“Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras. Nos lleva allí donde está la humanidad más herida y donde los seres humanos, por debajo de la apariencia de la superficialidad y el conformismo, siguen buscando respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. ¡Dios no tiene miedo! ¡No tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no teme a las periferias. Él mismo hizo periferia. Por eso, si nos atrevemos a llegar a las periferias, allí lo encontramos. Él estará allí. Jesús nos primerea en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en vida oprimida, en su alma oscurecida. Él ya está allí".
Llegar a las periferias supone un encuentro con Jesucristo. "En cuanto Él entra en una persona como vemos en el evangelio, es siempre un acontecimiento que no se puede ocultar. Jesús siempre deja la puerta abierta para que puedan ver los hermanos que están fuera.
Necesitamos una fuerte sacudida en nuestra comodidad. “La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo; que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre se ha hecho así y que sin embargo sobrevivimos… Pero dejemos que el Señor venga a despertarnos, y a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado”.
Esto ha sucedido en todas las épocas de la historia de la Iglesia. Los que han tenido y tienen un encuentro con Jesucristo emprenden un camino misionero. “Nos moviliza el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y a servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus vidas y ciertamente a costa de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante”.
El Espíritu Santo está siempre activo; inspira continuamente a los creyentes obras para el bien de los redimidos. “En todo caso, dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en clave de Jesús resucitado. De este modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor”.