El lunes, el gran prócer del PP, José María Aznar (temido, denostado, admirado y anhelado a partes iguales dentro y fuera de su partido), volvió a demostrar que, en realidad, no se entera, o no se quiere enterar, de qué va la película. Y con él, su partido y buena parte de sus votantes, capaces de sostener una cosa y su contraria, de diagnosticar la enfermedad y negar sus síntomas, en un ejercicio de empanamiento mental difícilmente comprensible. Esto fue lo que dijo el señor Aznar:

 

- Primero una cosa: “La izquierda española (…) cuando perdió el poder no lo vio como un proceso natural de alternancia política, lógico después de muchos años de gobierno; ni lo atribuyó a su propio agotamiento ideológico; ni a sus errores de gestión. (…) Interpretó su participación en los compromisos constitucionales como un error estratégico e inició un proceso de impugnación y de deslegitimación de los mismos. En lugar de adaptarse a un mundo distinto, decidió que era España la que debía adaptarse a la izquierda de siempre”.

 

- Y a renglón seguido, su contraria: “Restó importancia a lo que era decisivo. Ni anticipó ni aceptó la crisis. Mantuvo a la sociedad española al margen de sus propios asuntos; le propuso una agenda de distracción, sólo destinada a encubrir la insolvencia de sus promotores”.

 

Traducción:

- Una cosa: La izquierda "de siempre" tiene un proyecto de sociedad y de persona que es diferente, e incluso contrario, a la visión de la persona y de la sociedad que, en líneas generales, han tenido siempre los españoles. Una concepción del mundo, del país y del individuo asentada en la ley natural, en el sentido común y en la cosmovisión cristiana, en las raíces cristianas de España y en la fe católica de los españoles.**

- Y su contraria: Cuando la izquierda "de siempre" gobierna, quiere aplicar ese proyecto social "de siempre", pero al hacerlo resulta que, ¡oh!, es sólo una “agenda de distracción”, una “cortina de humo”.

 

Pues muy bien. Sigan ustedes con las cortinas de humo, los maquillajes y las distracciones, negando el proyecto social y cultural de la izquierda, y pasarán a la Historia como los mejores gestores, no de la economía, sino de la herencia socialista, que en lo social gravita sobre la ideología de género y el anticlericalismo laicista y cristofóbico.

O son necios, o son negligentes, o lo que es peor, son cómplices y compañeros de la izquierda en su intento de transformar España a su imagen y semejanza. Porque ya nadie en la primera fila del PP tiene un proyecto cultural y social distinto de la izquierda. Capitalismo, Liberalismo, Socialismo, Marxismo y Comunismo son los cinco dedos de la misma mano: la del materialismo relativista.

Aunque algún día den un paso al frente los cristianos que habitan, recluidos ideológicamente, en los oscuros rincones de ese cajón de sastre de derechas que es el PP, y digan: "No, así no; yo me marcho de aquí para plantar cara desde otro partido, y el que quiera, que me siga”, aunque eso ocurra, digo, más nos vale a los católicos españoles darnos cuenta de que no vendrá desde la política ni desde el Estado el cambio cultural y social que dé origen a la regeneración moral de nuestra sociedad, o sea, de nuestras familias, de nuestros compañeros, amigos y vecinos. Lo tenemos que hacer nosotros. O vivimos como cristianos adultos, con alegría y gravedad, con anhelos de santidad y arremangados para trabajar, o esto se va al garete.


José Antonio Méndez

 
 

** Nota: Conviene no confundir la cosmovisión cristiana, ni las raíces cristianas de España, ni mucho menos la fe católica, con el nacionalcatolicismo, que en la Historia de España abarca menos de 40 años, o sea, un soplo en una nación de cinco siglos y medio, y que aplicaba a la religión los rasgos de una política concreta, dentro de un contexto histórico internacional muy definido por los extremismos. Sólo por aclararlo...