Todos saben…, quién pronunció esta frase que dice: “La tierra no es de nadie, sino que es del viento”. (para los lectores hispanoamericanos, aclararé que se trata del antiguo presidente socialista del Gobierno de España Rodríguez Zapatero) Y es el caso de que quien dijo esta frase que supongo, bueno más que supongo estoy seguro, de que no es creyente, si es que me atengo a la frase del Señor: “…por sus frutos los conoceréis”. Y este no creyente, acertó sin saber lo que decía.
El origen de esta frase se encuentra en una bella carta que el jefe indio Noah Sealth jefe de la tribu de los Dwamish, dirigida al Gran Jefe blanco en Washington, en 1884 con motivo de la venta de sus tierra, que se les pedía, y que ellos no deseaban vender. La carta puede leerse en http://multingles.net/docs/noah.htm.
El jefe Noah, si era creyente aunque no cristiano y menos católico, pero si creía en la existencia de un Ser superior, que todo lo había creado y todo lo dominaba; porque como ser humanos tenía un alma en la que estaba inscrita, como en toda alma humana, la existencia de Dios, su búsqueda y las Leyes divinas, que todo lo rigen, por encima de las leyes humanas, que en muchos casos van contra las leyes de Dios, como son el tema de los abortos, los matrimonios homosexuales y muchas cosa más, que nos repugna a todos los que amamos a Dios.
Para entrar a examinar, la enjundia de esta frase, conviene que hablemos de Nicodemo. Era este un fariseo bien intencionado y de buena fe. Pienso que el Señor cuando accedió a hablar con él, aquella noche y sobre un tema tan especial como el que trataron, es porque de Nicodemo, el Señor pensaba como de Nathanael: “47 Vio Jesús a Nathanael, que venía hacia Él, y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay dolo”. Y esto es así porque el Señor, disponía del Don de ver el interior de las almas. Él antes de mirarlas con los ojos materiales de su cara, las veía con los ojos espirituales de su alma, ojos que todo aquel que tenga alma también los tiene, pero sin desarrollar, aunque existen almas, como las de algunos santos, que por tener desarrollados los ojos de su alma, veían el interior de las almas de los demás. Lo mismo que el Señor vio el interior del alma de Nathanael, también debió de fijarse en el alma de Nicodemo.
El Señor sabía, que Nicodemo era un verdadero israelita en quien no había engaño alguno. Nicodemo era un miembro del Sanedrín, fariseo influyente, que sentía la necesidad de hablar con Jesús, sobre todo le inquietaba una cosa. ¿Era Jesús el Mesías, o era un simple profeta? Nicodemo sabe que Jesús es un maestro y también acepta que viene de parte de Dios pues ha visto sus milagros, ¿Pero es solamente eso o hay algo más? Nicodemo quiere averiguarlo y para no llamar la atención de sus compañeros del Sanedrín va de noche a visitar al Señor.
Nicodemo le dice al Señor: “Rabí, sabemos que has venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer esos milagros que Tú haces si Dios no está con él”. (Jn 3,1-2). Y comienza el Señor diciéndole: “3…En verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el reino de Dios. 4 Le dijo Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? 5 Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no podrá entrar en el reino de los cielos. 6 Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu”.
Le respondió el Señor: “6 No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de donde viene ni a donde va; así es todo nacido del Espíritu”. (Jn 3,3-8).
El mundo entero, está creado por Dios, como todo lo que nos rodea fuera de este mundo. En nuestro mundo material, el creador de algo, es su propietario. La mayoría de los seres humanos se ganan la vida creando algún bien y vendiéndolo. Nadie de los creyentes tenemos dudas sobre esto, de que todo lo creado ha sido realizado por Dios y es de Dios. Y la tierra fue creada por Dios, luego la tierra es nacida del Espíritu y el espíritu es cómo el viento que sopla donde quiere y oímos su voz pero no sabemos de dónde viene ni a donde va, porque así es todo lo nacido del Espíritu.
Y… ¿quién es Dios? se pregunta uno y desde luego que no es mucho lo que sabemos de Él, sabemos lo que Él quiere que por ahora que sepamos. Y por ahora lo que si sabemos es que Él es un Espíritu puro, que no tiene principio ni tendrá fin, que es cabeza y dueño de todo, del todo de lo creado, pertenezca lo que sea al orden material o, a un orden espiritual, al cual pertenece nuestra alma y es poco lo que en verdad sabemos de nuestra alma y de todo lo que es el orden celestial.
Hablando con Nicodemo el Señor le dice: “11 Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. 12 Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. (Jn 3,11-13).
Y sabemos poco del orden celestial, porque solo nuestra alma, destinada a ese orden superior al que pertenece, puede entender algo sobre ella, solo ella es capaz, porque es la que puede nacer de arriba: “6 No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba”. (Jn 3,6). Pero para que nuestra alma pueda ver y entender, y nacer de arriba, es preciso de que previamente nos hayamos preocupado de tener una profunda vida espiritual, y quitarle las legañas, a de los ojos de nuestra alma, para poder ver y comprender. El Señor es rotundamente claro: “3…En verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el reino de Dios”. (Jn 3,3)
El mundo está creado por Dios y a Él y solo a Él, le pertenece todo y Él como espíritu puro que es, es como el viento: 8* El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de donde viene ni a donde va; así es todo nacido del Espíritu”. (Jn 3,8). Dichosos los que oyen la voz de Dios, porque de ellos será el Reino de los cielos… Según nos escribe San Juan, la Palabra se hizo carne:
“9 La Palabra era la luz verdadera, que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
10 Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”.
13 Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”. (Jn 3,9-12).
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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