Un montón de palabras que a muchos de Vds. les sonará a lo mismo y que, sin embargo, tienen, todas y cada una, su significado muy preciso y diferenciado del de las demás, aunque no dejen por ello de pertenecer a una misma familia semántica.
A todas ellas vamos a dedicar una entrada específica en esta columna, empezando hoy por la que entendemos debe ser la primera en el orden lógico, por ser tanto la de más amplio significado como por ser, de todas ellas, la que primero halla su explicación y razón de ser en la Biblia: “semita”.
Semitas no son otra cosa que los descendientes de Sem, uno de los tres hijos que tuvo Noé, a saber, Sem, Cam y Jafet, el mayor por cierto, nombrado por primera vez en el Génesis en Gen. 9, 23.
De todos ellos nos da el mismo libro toda su descendencia. Por lo que hace a Cam, baste decir que en general se le tiene por padre de los pueblos “camitas” o africanos; y por lo que hace a Jafet, por padre de los pueblos “jafetitas” o europeos. Por cierto, y sólo a modo de curiosidad, mientras el Diccionario de la Real Academia sí recoge la palabra “camita” como descendiente de Cam, no hace lo propio sin embargo con “jafetita” como descendiente de los hijos de Jafet.
Pero volviendo a nuestro Sem, semitas se reputan toda una serie de pueblos históricos y aún actuales, entre los cuales los principales, árabes y judíos. De hecho, tal es la definición que del término nos da la Real Academia Española en el Diccionario:
1. adj. Según la tradición bíblica, descendiente de Sem. U. m. c. s.
2. adj. Se dice de los árabes, hebreos y otros pueblos. U. m. c. s.
Uno de los pueblos semitas al que con más frecuencia se aplica el término, -el único al que muchos se lo aplican, de hecho-, es el pueblo judío, que, efectivamente, es el pueblo semita que proviene de la semilla de Jacob, aunque a él no nos vayamos a referir ahora, sino que lo haremos cuando nos refiramos a otro de los términos que dan título a este artículo.
El otro pueblo semita por antonomasia es, como se ha dicho arriba, el árabe, que como el judío, clama descender de Abraham, pero no a través de la línea Isaac-Jacob, sino de la línea de Ismael, el hijo mayor de Abraham pero ilegítimo, habido con la esclava Agar. Una descendencia que recoge el propio Corán, el libro sagrado del islam que fue predicado a los árabes antes que a ningún otro de los muchos pueblos que luego se islamizarán:
“Y cuando hicimos de la Casa lugar de reunión y de refugio para los hombres. Y: “¡haced del lugar de Abraham un oratorio!” Y concertamos una alianza con Abraham e Ismael: que purificaran mi Casa para los que dieran las vueltas [referencia a los giros rituales que dan los fieles alrededor de la Kaaba], para los que acudieran a hacer un retiro, a inclinarse y a prosternarse” (C. 2, 125).
El versículo coránico halla su base bíblica en el libro del Génesis donde leemos como Dios promete a Agar, su madre:
“Levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación” (Ge. 21, 18).
De hecho, cuando Dios firma su alianza con Abraham, Ismael es todavía su único hijo, tanto que en cumplimiento de la alianza, lo circuncida en idéntico día que él mismo se circuncida (Gn. 17, 23-27).
Ismael, expulsado de la casa de su padre una vez que la otrora estéril Sara ya ha tenido a Isaac, tendrá, al igual que su sobrino Jacob, doce hijos: Nebayot, Quedar, Adbeel, Mibsán, Mismá, Dumá, Masá, Jadad, Temá, Yetur, Nafís y Quedmá. (Gn. 25, 1315).
La propia Biblia explica donde se establece Ismael:
“Ocupó desde Javilá hasta Sur, que cae enfrente de Egipto, según se va a Asur. Se estableció enfrente de todos sus hermanos”. (Gn. 25, 18).
La palabra “semita” es tan confusa en el sentido que hemos enunciado arriba, es decir, en su identificación con uno de los pueblos semitas, el judío y no con los demás pueblos igualmente semitas, que “conjugada” en negativo, el “antisemitismo”, no se refiere a una fobia contra todos ellos, sino sólo contra los judíos, algo que quizás halle su explicación en el hecho de ser, de todos los pueblos semitas, aquél cuya fobia más repercusión histórica ha tenido, con una persecución que se ha desarrollado durante todo el Medievo y aún después, y cuya más atroz manifestación tuvo lugar en la Alemania nazi de mediados del s. XX. Tanto así que cuando ha de definir “antisemita”, el Diccionario de la Real Academia lo hace así:
1. adj. Enemigo de la raza hebrea, de su cultura o de su influencia.
Algo en lo que, por cierto, no se muestra muy coherente el Diccionario, al definir como “antisemitismo” lo que según su propia definición debería ser “antihebreísmo”, palabra que, huelga decir, no recoge la Real Academia en el que constituye su instrumento por antonomasia.
©L.A.
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