Como católicos, nos toca ser muy claros. Cualquier tipo de abuso, especialmente, si involucra una conducta sexual inapropiada, debe ser investigado y presentado ante los tribunales civiles y canónicos. No hay “pero” que valga cuando existen pruebas. Da igual si era un buen predicador o un eminente fundador. En todos los casos, hay que darles prioridad a las víctimas y evitar comentarios fuera de lugar.
Dios es capaz de perdonar a cualquier persona; sin embargo, eso no significa que deban morir sin haber pisado la cárcel. Recordemos una las frases que nos dejó Benedicto XVI como parte de su legado: “el perdón no exime a la justicia”. Por lo tanto, no nos toca minimizar los hechos, sino seguir trabajando por una Iglesia transparente y congruente con el Evangelio.