Sí, queridos amigos, la hija de San Pedro, llamada, a mayor abundamiento, Petronila, como su padre. Lo que ya estaría dándonos una pista, y es que el príncipe de los apóstoles debió de tenerla después de conocer a Jesús, pues de no ser así, nunca la habría llamado Petronila, pues como es sobradamente conocido, el nombre “Pedro” es una invención personal de Jesús en el famoso episodio del “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mt. 16, 18).
En favor de la tradición de la supuesta hija de Pedro se expresan autores de la importancia de San Jerónimo (342-420) y San Agustín (354-430). Si bien, para decir toda la verdad, no es tan clara la identificación entre la Petronila hija de Pedro y la Petronila Mártir que celebramos hoy.
Del fabuloso descubrimiento de la Biblioteca gnóstica de Nag Hammadi en Egipto en 1945, procede un llamativo opúsculo cual es el conocido como “La hija de Pedro”, datable en torno al último cuarto del s. II y componente de un igualmente apócrifo “Hechos de Pedro”. El opúsculo en cuestión se refiere a una hija del príncipe de los apóstoles, de la que afirma su gran belleza pero de la que no da el nombre.
El relato es conmovedor: mientras Pedro anda curando enfermos por donde quiera que va en Jerusalén, uno de los presentes le reprocha que en su misma casa su propia hija yace en la cama paralítica de medio cuerpo. Al solo efecto de no decepcionar la fe de los que le observan y le escuchan, Pedro accede a sanar a su hija, si bien acto seguido, realiza lo que podríamos denominar un contramilagro que retorna a la joven a su situación anterior y la postra de nuevo en cama. Preguntado por el porqué de tan extraña actuación, el apóstol se justifica con las siguientes palabras:
“¡Por la vida del Señor que esto es útil para ella y para mí! Pues el día que nació tuve una visión en la que Él me decía: “Pedro, hoy ha nacido para ti una gran tentación. Tu hija causará daño a muchas almas si su cuerpo permanece sano”. Mas yo pensaba que se mofaba de mí. Cuando la muchacha tuvo diez años, muchos sufrieron escándalo por su causa. Un gran hacendado, Ptolomeo, que había visto bañarse a la muchacha y a su madre, envió por ella con la intención de hacerla su esposa. Pero su madre no quiso. Ptolomeo insistió y no pudo esperar [...]
Los siervos de Ptolomeo trajeron a la muchacha, la dejaron delante de la puerta de la casa y se fueron. Cuando caímos en la cuenta, su madre y yo bajamos, descubrimos a la muchacha y que todo un costado de su cuerpo, desde los pies a la cabeza, había quedado paralizado y enjuto. La recogimos y alabamos al Señor que había librado a su sierva de esa mancha, de la vergüenza y de [ilegible] Este es el motivo por el que la muchacha ha quedado así hasta el día de hoy” (HijPd. 131135).
¿Es esta Petronila la Petronila virgen y mártir que celebramos hoy? Porque si bien, observará el lector, hemos hablado hasta ahora de una Petronila hija de Pedro que hubo de sufrir mucho en vida, y que todo apunta a que efectivamente murió virgen, mártir, lo que se dice mártir, no fue. Y lo cierto es que la tradición de Santa Petronila Mártir, aunque sí observa ciertas confusiones, no necesariamente se identifica con esta Petronila hija de Pedro.
Si sí como si no, las listas de los mártires venerados durante los siglos VI y VII, y concretamente el “Epitome libri de locis sanctorum martyrum”, mencionan a una mártir de nombre Petronila y hasta una iglesia bajo su advocación en la cual enterradas tanto ella como los santos Nereo y Aquileo. La tumba ha sido descubierta en las Catacumbas de Domitila, y también una pintura en la que Petronila acoge a una difunta de nombre Veneranda en el cielo. Una inscripción sobre la tumba establece que Petronila ya era venerada en Roma como mártir en el siglo IV. El “Liber Pontificalis” de Duchesne hasta nos transmite la inscripción tallada en el sarcófago: “Aureae Petronillae Filiae Dulcissimae”, “De la dorada Petronila, dulcísima hija”. Caracterización ésta de “hija” que nos obliga a buscarle un padre suficientemente “eminente” (¿San Pedro?), si bien podría referirse también a una relación filial con un Flavio cristiano de la familia senatorial Aurelia, de donde el juego de palabras “Aureae Petronillae”.
Para terminar de complicar la identificación lo cierto es que como hija de San Pedro también, -aunque como virgen y no como mártir-, se nos aparece de nuevo Petronila en los “Hechos de los santos mártires Nereo y Aquileo”, a los que según vemos, vincula la santa que hoy celebramos su figura, y también en el propio “Liber Pontificalis” que ya hemos citado.
Como quiera que sea, en el año 757 el ataúd que contiene los restos mortales de la santa es transferido a un edificio redondo cerca de San Pedro, convertido en Capilla de Santa Petronila. En la reconstrucción renacentista de la Basílica de San Pedro, los restos de Santa Petronila serán trasladados a un altar, el cual aún hoy existe y se venera en el lateral derecho, cerca de la cúpula, que puede ver Vd. en la fotografía.
©L.A.
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