No lo tenía previsto, pero, gracias a una generosa invitación, pude asistir el miércoles pasado a un pase de la película Un Dios prohibido en el cine Palafox de Madrid. El film narra el martirio de los claretianos de Barbastro a manos de los anarquistas de la CNT/FAI durante la persecución religiosa desatada en nuestra guerra civil.
He de confesar que la invitación me hizo mucha ilusión, pero que algunos comentarios posteriores me hicieron entrar en la sala de proyección con un ligero recelo. No sería la primera vez que una película bienintencionada me defrauda. Unas horas después de salir del cine, cuando escribo estas líneas, todavía con el recuerdo y las emociones muy frescas, puedo decir que no me ha defraudado en absoluto. Al contrario, me ha sorprendido muy gratamente.
No soy crítico de cine y seguro que habrán cosas mejorables y detalles que se me escapan, pero creo que no hace falta ser un especialista para decir que estamos ante una película lograda. A pesar de que no es corta, me ha gustado su ritmo, que no decae nunca.
Me ha gustado su modo de explicar la historia, delicado pero sin ocultar nada.
Me ha gustado el enfoque, para nada maniqueo, que muestra las cosas tal como fueron, incluyendo las maldades, pero también las flaquezas, las amenazas, las cobardías y el papel de las turbas, sin olvidar tampoco la valentía, la generosidad y la fidelidad.
Me han gustado los actores: son muchos y rayan a gran nivel. Por destacar a alguno, entre los anarquistas, está francamente bien Jacobo Muñoz, logrando un personaje que compagina fe y dudas de modo creíble, lo que no es nada fácil, y una Elena Furiase que es todo desparpajo; entre los seminaristas, la verdad, todos ellos, pues consiguen transmitir esa bondad y esa fe sencilla que les eran propios, sin dejar de ser hombres de carne y hueso, no figuras de estampita.
Me ha gustado el mensaje de la película, un mensaje de fe profunda, de amor y de perdón.
Me ha gustado el modo de enfocarlo, con fuerza emocional pero sin trampas sentimentales, que logra emocionar pero sin renunciar a que también esbocemos alguna sonrisa.
Me ha gustado la película porque deja en el espectador una impresión de esperanza, de que ha asistido a algo importante, a lo más importante que puede suceder en este mundo, a un amor que vence a la muerte.
Como ven, la Providencia me ha hecho un gran regalo gracias a la generosidad de algunos amigos. Lo mínimo que podía hacer era compartirlo con ustedes y avisarles. No sé si tendrán la oportunidad de verla, pero si algún cine cercano proyecta Un Dios prohibido, háganme caso, no se la pierdan. Vayan a verla con hijos, familiares y amigos, se lo agradecerán. Quizás no sea perfecta, pero a mí me ha parecido muy buena.