A todos vosotros, religiosos y religiosas, dedicados a la vida consagrada contemplativa, quiero enviaros hoy, en vuestra onomástica, -se celebra el Domingo de la Santísima Trinidad-, esta postal que lleva en sus lineas el afecto cordial, fraternal y gozoso, por vuestra hermosa misión en la Iglesia: "dedicar todo vuestro tiempo únicamente a Dios en la soledad y el silencio, en oración constante y en la penitencia practicada con alegría". El lema de la Jornada de este año es: "Centinelas de la oración", lema que evoca no sólo vigilancia sino encuentro con Jesucristo, que es lo esencial. Vuestros monasterios, -pienso, por ejemplo, en el de las Clarisas, de Belalcázar, o en el de las Concepcionistas, de Hinojosa del Duque, donde tantas veces he celebrado la Eucaristía-, son un oasis de silencio orante y elocuente; escuelas de oración profunda bajo la acción del Espiritu Santo; fuentes perennes de vida, que colma el corazón con la íntima certeza de haber sido fundados para amar, alabar y servir.
El delegado diocesano para la Vida Consagrada, en Córdoba, Juan Correa, nos ha señalado con claridad los tres objetivos de esta Jornada Pro Orantibus: "primero, rezar por todos vosotros, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud; segundo, dar a conocer vuestra vocación específicamente contemplativa, que nunca ha perdido actualidad en la Iglesia y que le es tan necesaria; tercero, descubrir la dimensión contemplativa del cristiano, más ensimismado por realidades creadas, que por el Creador".
Desde las calles y plazas de nuestros pueblos, dirigimos hoy la mirada a vuestros monasterios, animándoos a seguir vuestra vocación con fidelidad y encanto. Vosotros, monjes y monjas, ofrecéis al Señor tantos afanes nuestros, tantas necesidades, tantos problemas, tantas urgencias como nos devoran, convirtiéndolas en plegarias encendidas, para que el Señor nos ayude a caminar con ilusión, a trabajar con esperanza, a descubrir su presencia entre nosotros.
Recibid hoy nuestro abrazo y nuestra estima, con el anhelo de que vuestro testimonio sea como una ráfaga de paz y de esperanza para el mundo de hoy, para esta sociedad que tanto necesita a Dios en todos sus caminos y encrucijadas. Porque este mundo nuestro necesita en sus venas y en su caminar, la brisa de vuestros conventos, un poco de silencio, de reflexión, de contemplación. O con otras palabras, "mirar a las estrellas", para descubrir así un mundo nuevo: el del amor, la fortaleza y la justicia.