Los lectores de esta columna conocen bien ese tesoro de la papirología que es el Papiro Rylands (), probablemente desde el punto de vista papirológico e historiográfico, el documento más próximo al texto histórico que reproduce -evangélico o no evangélico- de todo el primer milenio, y de los milenios anteriores, que ha llegado a nuestros días.
  

           Como se sabe, el Evangelio de Juan se sitúa en una horquilla temporal emplazable entre los años 96 y 102, y el Papiro Rylands en una horquilla temporal situable entre los años 120 y 130, lo que coloca la separación del texto y el documento en un ámbito que va de un máximo de 34 años a un mínimo de... ¡¡¡18!!! No existe nada igual en toda la papirología.
 
            Ahora bien, junto a este primer argumento que podemos denominar como de la “cercanía temporal”, existe un segundo argumento pocas veces esgrimido, pero no menos importante por lo que a esta reliquia de la papirología se refiere, cual es el de la “lejanía geográfica”.
 
            Y es que el Papiro Rylands es encontrado en Egipto, en el desierto medio que separa el Alto y el Bajo Egipto, esto es, a una distancia superior al millar de kilómetros de Efeso, se coja el camino que se coja. ¿Y por qué es interesante la distancia que separa el lugar en el que es hallado el Papiro Rylands de la ciudad de Efeso en Asia Menor?
 
            Pues por la sencilla razón de que el Papiro Rylands contiene, como se ha dicho, un fragmento del Evangelio de San Juan, y este evangelio, según está bien documentado, fue escrito en la ciudad de Efeso. Sólo a modo de ejemplo, pero no el único testimonio en este sentido, valgan las palabras de San Ireneo (130-202), autor muy cercano a los hechos en el tiempo, cuando en su obra “Contra las herejías” afirma que Juan escribió su Evangelio “en Éfeso, en Asia” (Adv. Haer. 3, 1, 2).
 
            El propio Eusebio de Cesarea, que también cita el testimonio de Ireneo que hemos aportado, afirma por su parte que “Juan, el que se recostó sobre el pecho del Señor y que fue sacerdote portador del pétalon, mártir y maestro, […] reposa [vale decir, "murió"] en Efeso”.
 
            Todo lo cual quiere decir que en el corto espacio de tiempo de dieciocho años en el mejor de los casos, y de treinta y cuatro en el peor de ellos, la obra escrita en Efeso había tenido tiempo no sólo de ser copiada, presumiblemente varias veces, sino de, además, haber recorrido una distancia como la que hemos señalado para que los cristianos de tan lejana comunidad pudieran conocerlo y utilizarlo. Y todo ello con los medios de los tiempos de los que hablamos, trate de hacerse cargo el lector. Lo que habla necesariamente de una firma muy autorizada, tan autorizada que necesariamente había de ser presencial de los hechos que en el libro se narran… lo que habla en definitiva, de la autoría de San Juan Evangelista, discípulo de Jesús de Nazaret, “uno de los Doce”.
 
 
            ©L.A.
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