Matthew Heinrich plantea en Ignitum Today una cuestión que a algunos podrá parecer bizantina pero no lo es: ¿deben las festividades como la Ascensión trasladarse al siguiente domingo o mantenerse cuando les toca, en este caso 40 días después de la Resurección?
Estamos tan acostumbrados a trasladarlas al domingo siguiente que ya ni nos damos cuenta de lo que esto significa. Evidentemente, el traslado de la Ascensión o de Corpus Christi al domingo resulta práctico y nos ahorra quebraderos de cabeza. Y además lo permite la Iglesia, que es quien tiene que decidir en estas cuestiones.
No obstante creo que son válidas algunas observaciones:
- El traslado significa plegarse a la hegemonía del Estado a la hora de fijar las fiestas y organizar nuestro tiempo. Aunque no sea ni mucho menos la causa final, este gesto es a la vez síntoma y causa segunda del proceso secularizador que vivimos.
- Como señala Heinrich, estamos ante una situación similar a la del traje clerical, “mucha gente piensa que en realidad no es importante. Pero si vemos la Ascensión como algo importante tendríamos que hacer que fuera realmente importante en nuestras vidas”. Aunque esto, en la sociedad de hoy en día, comporte molestias e incomodidades.
- Precisamente en una sociedad que vive en el olvido de Dios, mantener esta fiesta en un día laborable daría la oportunidad a muchos cristianos de dar testimonio visible y notorio de su fe.
Dicho esto, doctores tiene la Iglesia. Pero hasta los doctores pueden reflexionar e incluso rectificar.