Cuando hace unos días realizaba la sexta entrada de los dichos provenientes del Evangelio (pinche aquí si desea conocerla), les prometí a Vds. dedicar un breve articulito a la presencia de un curioso animalito en los evangelios, el camello, por ser una presencia mucho más intensa de lo que en principio cupiera esperar, y por deparar, también, alguna que otra sorpresa.
La palabra "camello" aparece citada en los cuatro evangelios en ocho ocasiones, bien que los episodios a los que se refieren sean sólo tres, consistiendo las otras cinco menciones en redundancias entre evangelistas: un episodio citado por dos evangelistas y dos episodios citados por tres.
El primer episodio “con camello” se refiere a las “extrañas” costumbres del predecesor de Cristo, Juan el Bautista, de quien nos dice Mateo que “tenía su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a su cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre” (Mt. 3, 4). Una mención que se repite prácticamente idéntica en Mc. 1, 6.
El segundo episodio es citado tanto por Marcos (Mc. 10, 23-25), como por Lucas (Lc. 18, 24-26), como por Mateo, quien nos lo cuenta así:
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ‘Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos’. Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: ‘Entonces, ¿quién se podrá salvar?’ Jesús, mirándolos fijamente, dijo: ‘Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible’”. (Mt. 19, 23-26)
Tuvimos ocasión de realizar ya un amplio comentario sobre él, con varias sorpresas, que le invito a conocer si no lo leyó en su momento (puede hacerlo pinchando aquí)
Y el tercero es aquél que dio origen a este artículo, la segunda metáfora referida a escribas y fariseos de ese gran autor de metáforas que fue Jesús de Nazaret, episodio al que también se refieren los tres sinópticos, Marcos (Mc. 10, 25), Lucas (Lc. 18, 25) y Mateo, quien nos lo cuenta así:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!” (Mt. 23, 23-24,
Por lo que se refiere a los camellos en los evangelios hay también una sorpresa, que es a la que me refiero arriba, porque si hiciéramos una encuesta a la salida de una iglesia preguntando a los feligreses en qué pasaje evangélico existe una referencia al doblemente jorobado animal, muy pocos citarían cualquiera de las que hemos mencionado arriba, y una gran mayoría sí se referiría al episodio de la visita de los Magos de oriente al niño recién nacido, una visita que como sabemos, sólo relata Mateo.
Pues bien, la dura realidad es que en dicho episodio no existe la menor mención a los camellos. No se hace cuando se habla del camino de los magos desde oriente hasta Jerusalén:
Pues bien, la dura realidad es que en dicho episodio no existe la menor mención a los camellos. No se hace cuando se habla del camino de los magos desde oriente hasta Jerusalén:
“Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén” (Mt. 2, 1)
Ni tampoco en el que realizan desde Jerusalén hasta Belén de apenas unos kilómetros:
“Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño”. (Mt. 2, 9)
Ni todavía en el que hacen de vuelta hasta sus casas:
“Y, avisados en sueños que no volvieran a Herodes, se retiraron a su país por otro camino” (Mt. 2, 12).
Y bien amigos, esto es todo sobre camellos en el Evangelio.
©L.A.
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