Es curioso que mientras en todas las encuestas sociológicas, -por lo menos en las realizadas en España, pero puede que en las realizadas en otros países el resultado arroje cifras parecidas-, la familia aparece como la institución más querida y valorada por los españoles, los ataques contra la misma se prodiguen y multipliquen, intentando producir su transformación, cuando no su desaparición. Es innumerable la cantidad de leyes dirigidas en tal dirección que se han aprobado en los últimos diez años, sin que ninguna de ellas haya sido hasta la fecha derogada a pesar del cambio producido en el Gobierno de la nación.
Lo primero que me gustaría decir es que a la familia como tal institución no la veo, desde luego, en peligro de desaparición, y antes al contrario, la elevada calificación que obtiene en las sucesivas encuestas en las que se cuestiona sobre ella, y sobre todo, lo natural que se presenta en la manera de relacionarse el ser humano con su entorno, me hace ser muy optimista sobre el final de esta guerra absurda que se libra contra ella.
Pero los ataques, indiscutiblemente, están ahí, como ahí está también el número creciente de familias desestructuradas, destruídas, con el paradójico resultado de que ninguna de las personas afectadas por dicha destrucción alcanza mejor felicidad que la que tenía antes de ver destruída su familia, y no digamos aquéllos que son los más débiles y necesitados en el ámbito familiar, que no son otros que los niños.
Me pregunto por qué desde los ámbitos de gobierno, nacionales y supranacionales, -¡ojo, supranacionales!- se ven con tan buenos ojos todas las iniciativas que tienden al menoscabo de la institución, y se fomentan tan poco, sin embargo, las que tienden a su estabilidad y a su afirmación. Las respuestas a la pregunta son varias, que planteo a Vds. sin decantarme personalmente por ninguna de ellas, o quizás en la creencia de que se trata un poco de todas ellas.
Muchos ven en la familia el ambiente perfecto para la procreación, y para ellos, dicha procreación es el gran enemigo de un mundo hiperpoblado que se constituye en la principal amenaza del ser humano. La pregunta aquí sería: ¿realmente está hiperpoblado un mundo cuya totalidad de habitantes, como sostiene mi buen amigo Javier Angel Ramírez, director del programa Diálogos con la Ciencia de Radio María, cabrían en la Península Ibérica y aún tendrían derecho a 100 metros cuadrados para su expansión? Por otro lado, aunque consiguiéramos detener el ritmo de crecimiento de la población humana, ¿no estaríamos produciendo sobre la sociedad mundial efectos no menos nocivos y preocupantes como el preocupantísimo envejecimiento de la población? A no ser que dicho envejecimiento lo intentáramos combatir mediante una nueva batería de medidas, algo que, por otro lado, tampoco se nos presenta como una perspectiva tan extraña, sino que vemos implementar de manera creciente.
Esta manifestación de nihilismo, curiosamente, no es nueva en la historia del género humano, sino que, antes al contrario, es repetitiva, cansina y recurrente. En paralelo a tantos movimientos políticos y económicos, en parecida dirección han discurrido incluso movimientos religiosos, sí señor, religiosos, que detestaban a los niños, por increíble que les pueda parecer a Vds., como por ejemplo cátaros y otras cuyos componentes denigraban la actividad sexual y llegaban hasta escupir al suelo ante la sola presencia de un niño.
Para unos segundos, el ataque a la familia proviene de constituír la institución el principal baluarte de un sistema de valores detestado, cuyo mejor instrumento de defensa y expansión se les presenta, precisamente, la familia.
Para unos terceros, se trata simplemente de una especie de afán de modernidad, un modo de aversión natural e invencible contra los comportamientos, las costumbres y la moralidad recibida de nuestros mayores, a los que se considera irremediablemente errados y confundidos, un recrear la sociedad en una especie de ansia incontenible de dejar algún tipo de huella en la historia…
Aquí les dejo a Vds. estos apuntes, estas inquietudes… No sé qué pensarán Vds. de todo ello. Yo como les digo al principio, sigo reflexionando… sencillamente porque no consigo entenderlo.
©L.A.
Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día,
Otros artículos del autor relacionados con el tema
(puede hacer click sobre ellos si desea leerlos)