SENCILLAMENTE, GRACIAS.
Nada alegra tanto la vida propia y la de los demás,
como el espíritu de gratitud.
-A.J. Cronin-
Un enfermo fue llevado a un hospital de Montreal y tuvo que ser sometido a una transfusión de sangre. Una vez restablecido preguntó cómo podría descubrir el nombre del donante para darle las gracias. Se le dijo que no se acostumbra a divulgar el nombre de los donantes. Semanas después de su salida, volvió al hospital con el objeto de dar una cantidad de su propia sangre:
—Alguien a quien no conoceré jamás lo hizo por mí. Lo que hago ahora es sencillamente decir: Gracias.
Se podría definir la gratitud como el arte de manifestarse grato, agradable, reconocido o el arte de despertar en los demás un sentimiento agradable por la gratitud manifestada.
Es palpable el gozo de una persona agradecida, pero la vida se agría cuando se rige por la ingratitud; por eso hay que educar el corazón para hacerlo agradecido, siempre agradecido. Tenemos que conseguir que, espontáneamente, nos broten las mil maneras de sencillo agradecimiento que hacen grata la vida de los demás y avivan los vínculos sociales.
La actitud de un corazón agradecido se prolonga en todos los momentos, aunque ya no manifieste con las palabras su gratitud. Es la continuidad de un sentimiento de amistad generado por un corazón que se sabe deudor de favores.
Y un corazón en estas condiciones cambia necesariamente la faz social, modifica hacia el mejor bien las relaciones de su ambiente. Es una siembra inesperada y feliz de estrellitas de felicidad menuda sobre el campo de la vida, tantas veces agostado por la ingratitud.
Tenemos que educar en el arte de recibir con gentileza. Hace falta humildad para dar generosamente; pero hace falta más humildad para recibir con sencillez. La gratitud pasa a ser el arte de demostrar la estima de un favor recibido.
Y para ser agradecidos no hace falta acumular expresiones y palabras rimbombantes ni gestos desmesurados. La gratitud estará siempre más en la vida que en las palabras. Que la gente capte nuestra gratitud por nuestra sinceridad, no por nuestros gritos o ademanes ensayados.
Habrá que agradecer, según el favor, de muchas maneras; pero siempre será bien recibida esa sonrisa sincera que expresa su gratitud con un sencillo: «¡Gracias!».