El principio básico nos dice que: Si no hay conocimiento no puede haber amor. No creo que haya alguien que no comprenda esto, pues es de cajón, ya que nadie puede amor, lo que no conoce y a lo mejor, ni siquiera tiene noticias de su existencia. En otras palabras, no podemos amar lo que para uno se encuentra en la nada. Podemos poner en funcionamiento nuestra imaginación, y crearnos una imagen de algo o de alguien que es inexistente, pero no es posible que esta imagen del algo o alguien inexistente, pueda generar autentico amor; entre otras razones, porque el amor tiene unas cualidades y exige para su nacimiento unas condiciones, que no pueden cumplir una figura imaginativa. Así por ejemplo, el amor exige siempre una correspondencia o reciprocidad, entre los que se aman y la imaginación de una persona no tiene capacidad de correspondencia con ella misma, con si misma. Lo que si puede generar una figura imaginativa es el deseo de alcanzar la realidad de esa imaginación y poseerla.
Para ver el valor y la importancia que tiene el conocimiento, en la generación del amor y desde luego, también en su desarrollo y aumento, nos conviene distinguir entre el amor sobrenatural y el amor natural o humano. Primeramente hay que tener siempre presente, que el amor es un bien espiritual no material y considerar que es un bien espiritual creado por Dios. Solo existe una fuente única generadora de amor que es Dios, porque Él, su esencia, su naturaleza es amor y solo amor (1Jn 4,16). Por lo tanto hay que considerar que solo hay una clase de amor, que es el amor sobrenatural generado por Dios. Lo que nosotros llamamos amor, existe desde luego, pero solamente es auténtico, cuando se trata de amor lícito, porque se apoya en el amor sobrenatural y es un reflejo del amor sobrenatural, generado por Dios. El amor humano es muy similar al amor sobrenatural donde él tiene su fuente, pero no idéntico a este.
En el amor humano es fácil aplicar este principio de la necesidad de conocimiento previo para que se genere el amor. Dos personas de distinto sexo se ven se interesan mutuamente se conocen y nace un amor perfectamente fundamentado. Pero en el amor sobrenatural, la fase de conocimiento previo es más complicada entre otras razones porque no existe una materialidad visible de Dios y uno puede preguntarse: ¿Cómo se puede llegar a tener conocimiento de Dios para que nazca nuestro amor a Él? Porque Dios es Espíritu puro y todos sabemos que nuestros sentidos corporales no captan las realidades espirituales.
La contestación a esta cuestión, es sencilla, si tenemos en cuenta que nuestra alma, forma parte del mundo de lo espiritual, y ella goza también de sus sentidos sensoriales, aunque muchos no los tengan desarrollados a fuerza de no usarlos. Los sentidos de nuestra alma, los ojos de nuestra alma, son los que nos da el testimonio de la existencia de Dios y precisamente a este testimonio, es al que nosotros denominamos fe. Ahora bien, insistimos en que se ha de tener desarrollados suficientemente los sentidos del alma, para que estos nos puedan dar testimonio de la existencia de las realidades invisibles y espirituales.
Para el obispo Fulton Sheen, el conocimiento, es una de los tres apoyos del trípode donde descansa el amor. Estos tres puntos o bases de apoyo son: la bondad el conocimiento y la similitud o semejanza.
Bondad. Un hombre puede engañarse en su elección acerca de lo que le parece bueno, pero nunca deseará amar nada, a menos que él crea en la bondad intrínseca de lo que él desea amar o ama, es de signo positivo.
Conocimiento. El amor dimana del conocimiento y el odio de la falta de conocimiento, el desconocimiento es generador de odio, de la misma forma que a sensu contrario el conocimiento es generador de amor. El fanatismo es otra circunstancia, que también funciona en razón de la ignorancia.
Similitud. Hace que dos personas se amen, pero no que necesariamente sean iguales, sino que una posee de hecho lo que la otra lo es en potencia.
Cuando amamos algo o estamos interesados en algo o alguien, lo primero que hacemos es informarnos acerca de ese algo o alguien, luego si perseveramos en aumentar ese conocimiento, este va poco a poco engendrando, primeramente afecto, y luego amor. Este amor inicial, impulsa el deseo de aumentar el conocimiento de lo que se ama, y al aumentar el conocimiento, aumenta el amor. Amor y conocimiento mutuamente se apoyan en su crecimiento a la par.
También en el orden del amor a Dios, en el amor sobrenatural las cosas funcionan como en el orden del amor entre nosotros. El amor una vez que ha nacido ya, engendra deseos de conocer más y el conocimiento, engendra deseos de amar más profundamente. Realmente esta es una espiral, que se autoalimenta como son varias las que se presenta y actúan en la vida espiritual, porque el proceso de amar a Dios, es como un enorme espiral, en la que todos los parámetros, intensidad del amor a Dios, virtudes, méritos y demás circunstancias positivas que alimenta e impulsan el acercamiento hacia Dios, así se van acelerando cada vez más deprisa el ritmo de crecimiento al unísono y en la medida, que nos vamos acercando cada vez más al Señor, más va aumentando nuestro amor a Él. Esto es similar a un tren que se pone en marcha: Un tren de vapor, se entiende, siempre arranca de la estación lentamente, porque las primeras emboladas de la máquina, son trabajosas, pero poco a poco el tren gana inercia y velocidad y va dejando atrás su lento caminar.
El conocimiento en el amor, sea en el amor a Dios, o sea en el amor humano, el que se le tiene a una persona, siempre este conocimiento va a su vez generando comprensión, porque el conocimiento da lugar a un mayor entendimiento y a una mayor comprensión, es como entrar en la raíz del conocimiento. Conocer es comprender, siempre comprendemos mejor la conducta de la persona que amamos, que la de la persona, que no nos es familiar, porque carecemos de conocimiento sobre ella.
Todo creyente sabe que conocer a Dios es el más elevado y el mejor de los conocimientos que un ser humano puede tener y este conocimiento espiritual, es además una fuente de fortaleza para el cristiano. El Señor nos dejó dicho: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallara”. (Mt 16,24-25). Y seguir a Cristo es imitarle a Él, ya que se le sigue imitándole y para imitarle hay que conocerle.
El conocimiento fortalece la fe y la fortalece porque el conocimiento abre la puerta, y a través de ella vemos a nuestro Salvador. Para usar otro símil, el conocimiento pinta el retrato de Jesús, y, cuando lo vemos, entonces lo amamos, pues no podemos amar a un Cristo que no conocemos, por lo menos, en algún grado. Los iconos religiosos son una materialización de esta idea. Si conocemos solo un poco de las excelencias del Señor, solo un poco de lo que ha hecho y está haciendo por nosotros, no podemos amarlo mucho, pero cuanto más lo conozcamos tanto más lo amaremos.
En las escrituras se habla a menudo de los creyentes como seres iluminados y enseñados por Dios. Se dice que "tienen la unción del Santo" y es misión peculiar del Espíritu Santo la de guiarlos a toda verdad, y todo esto para el crecimiento y nutrimiento de su fe. Y no solo es la fe es la que sale beneficiada del conocimiento, porque es de ver y considerar que las tres virtudes teologales: Fe esperanza y caridad en el sentido de Amor a dios, crecen y decrecen en el alma humana al unísono. Por lo tanto si en conocimiento fortalece el amor y lo hace crecer, también resultarán beneficiadas de esta fortaleza y crecimiento, la fe y la esperanza.
Pero por sí solo, el conocimiento espiritual no puede darnos la experiencia de todos los logros. El conocimiento es la semilla, pero el agua que hace germinar la semilla, es el amor. Si la semilla no recibe agua no puede dar fruto. Por tanto, si hay conocimiento espiritual, pero no hay amor en el corazón, no obtendremos ni frutos ni logros. Por ello el camino espiritual se vuelve laborioso. Este pensamiento o tesis del párrafo anterior, es la que justifica, la existencia de tantas personas que hablan de Dios y no tienen a Dios dentro de sí. Por ello la teología como ciencia, en determinadas situaciones puede ser nefasta para el alma del teólogo, porque muchas veces animado por la vanidad de sus conocimientos teóricos, se olvida de la oración, y por ello del contacto con Dios.
Profundizar en el conocimiento de Dios tiene sus riesgos espirituales, para el que no lo realiza con humildad. Es por ello, que el Kempís, se nos recomienda, “no escudriñéis”, y se recoge al respecto, un versículo del libro de los Proverbios que dice: "Quien escudriña la majestad de Dios es oprimido por la pesadumbre de tu gloria”, (Pr 25,27). Y a continuación se dice: “Es mucho más lo que Dios puede obrar que lo que el hombre puede entender. Se tolera, en cambio, una investigación humilde y reverente de la verdad, con ánimo de aprender siempre y caminar por la senda trazada de antemano con las sólidas sentencias de los santos Padres”. Tengamos la prudencia de la serpiente: no saber más de lo que estamos absolutamente obligados a saber. Temer por saber demasiado, temblar por saber demasiado. No añadamos ni un miligramo a lo que nuestro deber nos exige conocer y saber. Es preciso avanzar en la noche de la fe con la prudencia de la serpiente.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Conocimiento de Dios 09-11-09
- ¿Quién es Dios? 26-06-10
- ¿Dios con quien está? 30-06-10
- ¿Comprendemos a Dios? 07-08-10
- Caminos del conocimiento de Dios 24-10-10
- Dios, ¿Quién es y qué es? 19-03-11
La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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