Esta mañana de domingo de tanta nieve me acuerdo de Valvanera. Es el monasterio donde se encuentra la patrona de la diócesis de Calahorra, la Virgen de Valvanera, en plena montaña, los pueblos más cercanos, Anguiano y Brieva, se encuentran a 15-20 kms. Todo ayuda a encontrarse con Dios en un paraje como éste. He ido muchas veces cuando estaban los monjes benedictinos que siempre nos acogían con gran atención cuando los seminaristas hacíamos allí los ejercicios espirituales al empezar el curso y también con mi familia desde Brieva para celebrar la romería de este pueblo cada 20 de agosto. Todo en momentos de verano, de calor, de luz, de vida. En pleno invierno sólo he ido una vez, en un retiro de cuaresma que tuvimos que terminar antes para marchar porque empezaba a nevar en serio y luego igual no podíamos volver a Logroño. Han pasado años de eso y siempre que puedo voy de paso a hacerle una visita a la Virgen.
Ahora están los monjes del Instituto del Verbo Encarnado al dejar el monasterio los benedictinos hace poco más de tres años. Todavía no he estado con ellos de retiro allí o pasando un día con la comunidad y no será por ganas. Llegará el momento. Mientras hago la oración de la mañana “me subo” hasta Valvanera: ¡lo veo todo blanco, todo nevado, todo lleno de vida de unos monjes jóvenes que quieren seguir a Dios de este modo tan nuevo y tan antiguo a la vez! Una vida espiritual seria, profunda y que contagia allí donde van. Y ahí me quedo. En contemplar Valvanera blanco, como los hábitos de los monjes, y Logroño con un poco de nieve. Poca cosa, nieve, pero no en abundancia. ¡La nevada seria está arriba, en lo alto, en Valvanera! De esta oración brota un recuerdo muy especial hacia Jorge, un joven de Logroño que hace apenas un mes ha tomado la sotana dentro del Instituto del Verbo Encarnado. Ha conocido la rama monástica que da vida a Valvanera y ha dicho que él también quiere seguir a Dios como consagrado en este Instituto religioso. Es un chico normal con sus amigos, estudios y proyectos que se ha dejado tocar por el amor de Dios y ha empezado un camino de seguimiento de Cristo precioso. ¡Un joven riojano que renueva la vida religiosa de La Rioja!
No ha sido noticia como cuando un joven entra al seminario. Pero es bueno que se sepa que también hay vocaciones a la vida religiosa, no sólo sacerdotal. ¡La vida religiosa también necesita jóvenes que digan sí, que quieren seguir a Cristo pobre, casto y obediente! ¡Por fin un riojano toma el relevo al que escribe esta líneas! ¡Ya era hora! ¡Ya somos dos los que en estos últimos 15 años hemos dicho sí a Dios de este modo especial! ¡Y más que vendrán! ¡Seguro! ¡Hay que rezar! ¡Hay que ofrecer! ¡Hay que esperar!
Después de la oración viene la celebración de la misa al final de la mañana; es la fiesta del Bautismo del Señor. Y este año es de un modo muy especial. Estamos llenos de nieve, la borrasca Filomena ha cubierto España de nieve y aprovecho este acontecimiento para unirlo al misterio que hoy pone el punto final a la Navidad. Filomena es una borrasca, deja frío, nieve, todo blanco y el Bautismo de Cristo es otra borrasca, de vida, de blancura, de vida plena en Dios cuando uno se mete en Dios y escucha esa voz del Padre que dice: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. Lo dice sobre su Hijo mientras se rasga el cielo y aparece una paloma donde se hace presente el Espíritu Santo. Esa experiencia tan viva de Dios me lleva a una de las últimas canciones del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz que explica esa unión total con Dios, ese amor de Dios pleno, esa vida de gracia, de renovarse, de bautizarse en el Espíritu, de unirse al Hijo que es bautizado para juntos clamar al Padre un canto de plenitud, de pasión, de júbilo. Eso es lo que el santo místico fr. Juan de la Cruz nos explica cuando habla del canto de la dulce filomena: “El canto de la filomena, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados los fríos, las lluvias y variedades del invierno y hace melodía al oído y al espíritu recreación” (Cántico espiritual 39,8). Es el ruiseñor que canta al oído del alma. Es el Padre que susurra al hijo para que éste se acerque a Él, para que cante también, para que el canto sea mutuo, pleno, encendido en el amor del Espíritu Santo, porque todo es Dios y a Dios vamos. ¡Es vivir en unión con el Hijo y dejarse llenar del Espíritu Santo! ¡Es revivir el bautismo de Cristo y dejar que todo suceda como el Padre tiene dispuesto!
En momentos así se puede escuchar y vivir ese canto de la dulce filomena. Cuando todo pasa, cuando las nieves que están por los altos de Valvanera dejen paso al calor de la primavera y se pueda escuchar con paz al ruiseñor, a la filomena, y el canto llegue desde Valvanera a todos los rincones de La Rioja para que se acuda a los pies de la Virgen y allí suceda lo que Dios quiera. ¡Y entonces Dios hará nevar también sobre Logroño o sobre otras localidades riojanas para que más jóvenes tomen la decisión de seguirle como religiosos! Es lo que ha hecho Jorge, dejarse conquistar por esos monjes de hábitos blancos, por un modo de vida, por una experiencia viva de Dios que le abre a un existir nuevo, a un bautismo de Espíritu donde escucha un canto y él responde unido a Cristo y lleno de la fuerza del Espíritu Santo. Jorge ha hecho vida esa oración al Padre que es lo que San Juan de la Cruz describe como el canto de la dulce filomena.