Veíamos en la primera parte lo negativa que es la ley autorizando el mal llamado “matrimonio homosexual”. Quisiera en esta segunda parte reflexionar sobre un aspecto concreto como es la permisión de la adopción de niños por parte de homosexuales.
Por una parte, la Iglesia no reconoce estas uniones como matrimonios; claro, hay muchos a quienes no les importa que la Iglesia los reconozca o no como matrimonios, pero a los cristianos sí les debe importar la doctrina de la Iglesia.
Y por otra, y ya desde un punto de vista humano, no es justo que los niños que puedan adoptar, no tengan padre y madre sino dos padres o dos madres. Esto ha de repercutir negativamente en la sicología de los adoptados.
Seguimos con el diálogo:
PERIODISTA:
A veces tengo la sensación de que cuando la Iglesia toma una decisión que no gusta a muchos, incluso tratándose de católicos y clérigos, dicen que en el futuro llegará un Papa que permitirá lo que ahora no se permite. Pregunto: ¿cree Ud. que llegará la Iglesia a permitir el matrimonio homosexual, pasado algún tiempo, mostrándose más benévola?
OBISPO:
Pensar que la Iglesia puede aprobar la pretensión de algunos homosexuales de unirse entre ellos, es pensar en algo imposible dentro de la ley evangélica; ésta llega hasta la limpieza en los deseos según la enseñanza de Jesús. Tanto el hombre como la mujer son templos del Espíritu Santo; por tanto, deben amarse como Cristo amó a su Iglesia. Esta concepción del matrimonio según la Iglesia está totalmente en contra de la concepción del matrimonio de los homosexuales e, incluso, de algunos heterosexuales por muy cristianos que se consideren.
No cabe dentro de la moral de la Iglesia ni la práctica de la homosexualidad, ni tampoco la práctica heterosexual fuera del matrimonio ni, incluso, dentro del matrimonio si el acto sexual no está abierto a la vida.
PERIODISTA:
Insisto, Monseñor; es muy duro negarse a la solicitud de tantísimas personas que se quieren, pero que no pueden contraer matrimonio por ser homosexuales. Creo que la Iglesia debe ser siempre muy comprensiva.
OBISPO:
Cierto que la Iglesia debe ser siempre muy comprensiva; pero una cosa es comprensión y otra, justificación. En el sexo no todo vale, aunque haya quienes digan que todo es bueno para obtener placer. Pero la sexualidad no está en función del placer.
Si se reconocen estas uniones como matrimonios, se está cambiando radicalmente el concepto de matrimonio y de familia, en contra de la historia y de la opinión absolutamente mayoritaria de la sociedad.
PERIODISTA
¿Y en cuanto a la adopción de niños? Supongo que no será partidario en el caso de uniones homosexuales. Pero ¿no cree Ud. que lo importante es querer al niño?
OBISPO
Desde luego; supones bien. En cuanto a las adopciones de niños, los derechos que deben prevalecer ¿no deben ser los del niño? Claro que lo importante es querer al niño, pero si no hubiese nadie que lo quisiera y sólo ellos lo quisiesen, bien; pero ¿es que no hay ningún matrimonio hombre-mujer que lo puedan querer? Y, habiendo cantidad de matrimonios que quieren adoptar niños, y encuentran muchas dificultades, ¿por qué han de poder ser adoptados por dos homosexuales pudiendo tener padre y madre, que es lo natural, en vez de dos padres o dos madres? Se le privaría al niño de tener el amor de padre y de madre que, aunque ambos sean amor, son amores distintos y complementarios para desarrollar la personalidad del niño.
Decía una nota del episcopado español: “Fabricar moneda falsa es devaluar la moneda verdadera y poner en peligro todo el sistema económico”. En otras palabras, la equiparación de estas uniones al matrimonio equivale a destruir el matrimonio, que es unión de un hombre con una mujer, y si se les da a las uniones homosexuales el derecho de adoptar a niños, es no tener en cuenta el bien de los niños.
PERIODISTA
¿Qué le parecen unas declaraciones del ministro Ruiz Gallardón sobre el particular? Con respecto a eso, acaba de decir: “Por encima de cualquier otra consideración, lo que justifica una relación conyugal es el amor”; y “allí donde hay amor está plenamente y absolutamente justificada la unión de dos personas”.
OBISPO
El Ministro ha tenido intervenciones muy buenas y positivas. Lo cual no significa que sean todas así. Ésta que me indicas no es acertada. Hay muchas clases de amores; entre ellos, amor de benevolencia y amor de concupiscencia. Son amores distintos; el de concupiscencia intenta que el otro sea para mí y el de benevolencia consiste en que yo sea para el otro; en otras palabras, me aprovecho del otro, o sirvo al otro. ¿Se puede aplicar a toda clase de amores el que puedan ser amor matrimonial? Se sacarían conclusiones muy iluminadoras aplicando una lógica elemental.
Otra cosa es que para los casos de uniones homosexuales se arbitren normas que les den personalidad dentro del ordenamiento jurídico; pero al equiparar la unión homosexual con el matrimonio, no ha estado acertado. Espero que haya sentido común e impere la razón.
PERIODISTA
Muchas gracias, Sr. Obispo, por su atención.
José Gea