El papa Francisco es mucho más que gestos y anécdotas. El papa Francisco es un teólogo, es un alma de oración, es un enamorado de Dios y de la Iglesia, es un santo. Nos puede llamar la atención algunos detalles originales, y quedarnos en lo curioso y llamativo sin profundizar en el gran mensaje que está enviando a la Iglesia y al mundo. Cada día celebra la Santa Misa en su Residencia de Santa Marta y predica una breve homilía. Los que trasmite en esa charla familiar no tiene desperdicio. Su mensaje, por ser netamente evangélico, es sencillo, profundo, muy sustancioso, que huele a vino nuevo que precisa odres nuevos.
El utiliza la imagen de la luna para dar a entender que nosotros no tenemos luz propia, sino que la recibimos de Dios, como la luna del sol. Y en la medida que reflejemos bien la luz podremos iluminar. Nos advierte que no intentemos deslumbrar. Todo es más sencikllo de lo que parece. Lo esencial en la vida cristiana es la misa, los sacramentos, la catequesis, las obras de caridad y de misericordia corporal y espiritual.
La Iglesia no es un aparato burocrático, sino una historia de amor: a Dios y a los hombres. Esto fue lo que dijo este miércoles en su Misa:
Las lecturas del día hablan de la primera comunidad cristiana que crece y multiplica sus discípulos. Una cosa buena –observa el Papa- pero que puede empujar a hacer “ofertas” para tener “más socios en esta empresa”: “Sin embargo, el camino que Jesús ha querido para su Iglesia es otro: el camino de la dificultad, el camino de la Cruz, el camino de las persecuciones… Y estos nos da que pensar: ¿Qué es esta Iglesia? Esta Iglesia nuestra, porque no parece ser una empresa humana”.
La Iglesia –destaca- es “otra cosa”: no son los discípulos los que hacen la Iglesia, ellos son los enviados, enviados por Jesús. Y Cristo es un enviado del Padre:
“Entonces, se ve que la Iglesia comienza allí, en el corazón del Padre, que ha tenido esta idea… No sé si tuvo una idea el Padre: el Padre tuvo amor. Y ha comenzado esta historia de amor, esta historia de amor tan larga en el tiempo y que todavía no ha terminado. Nosotros, mujeres y hombres de la Iglesia, estamos en medio de una historia de amor: cada uno de nosotros es un anillo en esta cadena de amor. Y si no entendemos esto, no entendemos nada sobre lo que es la Iglesia”.
La tentación es la de hacer crecer la Iglesia sin recorrer el camino del amor:
“Pero la Iglesia no crece con la fuerza humana; algunos cristianos se equivocaron por razones históricas, se equivocaron de camino, han creado ejércitos, han luchado guerras de religión: esto es otra historia que no tiene nada que ver con esta historia de amor. También nosotros aprendemos sobre esta historia de amor a partir de nuestros errores. ¿Cómo crece? Pues Jesús nos lo dijo con mucha sencillez: como la semilla de mostaza, como la levadura en la harina, sin ruido”.
La Iglesia –recuerda el Papa- crece “desde abajo, lentamente”.
“Y cuando la Iglesia quiere vanagloriarse de su cantidad y crea organizaciones, y oficinas y se convierte en algo más burocrático, la Iglesia pierde su principal sustancia y corre el peligro de transformarse en una ONG. Y la Iglesia no es una ONG. Es una historia de amor… Pero están los del IOR… disculpadme, todo es necesario, las oficinas son necesarias… ¡bien! Todo es necesario hasta un cierto punto: como ayuda a esta historia de amor. Pero cuando la organización toma el primer lugar, el amor baja y la Iglesia, pobrecilla, se convierte en una ONG. Este no es el camino”.
Un jefe de Estado –reveló- preguntó cómo era de grande el ejército del Papa. La Iglesia –prosiguió- no crece “con los militares”, sino con la fuerza del Espíritu Santo. Porque la Iglesia –repitió- no es una organización:
“No: es Madre. Es Madre. Hay muchas madres en esta Misa. ¿Qué pensáis vosotras cuando alguno dice: ‘¿Eres una organizadora de tu casa?’, ‘No: ¡Yo soy la madre!’. Y la Iglesia es Madre. Y nosotros estamos en medio de una historia de amor que va hacia delante con la fuerza del Espíritu Santo. Nosotros, todos juntos, somos una familia en la Iglesia que es nuestra Madre”
El Papa, finalmente, elevó una oración a la Virgen para “que nos dé la gracia de la alegría, de la alegría espiritual de caminar en esta historia de amor”.
Como podemos observar, el Papa Francisco es mucho Papa, que va poco a poco tirando de la Iglesia para arriba, y sea lo que debe ser: una madre que ama a sus hijos, que comprende, que perdona, que anima esa historia de amor que empezó un día Jesucristo. No convirtamos el amor en romances.
Juan García Inza
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