En las diferentes redes sociales, circula el slogan “no regrets”, que en nuestro idioma significa: “sin remordimientos”. Lo anterior, niega el valor del arrepentimiento como un punto indispensable para formarse de manera integral. De entrada, hay que reconocer que no es sano vivir anclados al pasado, mortificados o atormentados por las faltas cometidas, pues de otra manera estaríamos desperdiciando el momento presente, al negarnos la posibilidad de aprovechar nuevas y mejores experiencias, ya sea en la familia, en el trabajo o en la relación de pareja; sin embargo, el problema de la filosofía “no regrets”, es la intención de justificar lo injustificable, tratando de “anestesiar” a la conciencia, pensando que cada quien tiene su propia moral, lo que trae como consecuencia la eliminación de la sana autocrítica. Aún en culturas muy diferentes entre sí, hay patrones de conducta que son reprobables. Por ejemplo: asesinar a otro ser humano. A pesar de las diferencias, tenemos el mismo punto de partida, pues todos contamos con la voz de la conciencia y eso es una cuestión innegable. Si bien es cierto que la educación recibida juega un papel determinante, no es menos cierto que -dentro de nosotros- hay un cierto grado de conciencia natural sobre lo que es bueno y lo que es malo, al menos en cuestiones fundamentales como el respeto a la vida de los inocentes.
Regresando al tema que nos ocupa, hay que subrayar el peligro de vivir sin arrepentirse de nada, pues ¿cómo mejorar sin antes aceptar las fallas? Al fin y al cabo, nadie es perfecto. El arrepentimiento, no es un sinónimo de miedo, fracaso o fanatismo, sino síntoma inequívoco de que se trata de una persona madura, inteligente, realista, sincera consigo misma y, sobre todo, capaz de crecer, desarrollándose plenamente. Si yo consigo inventar algo para que se convierta en un nuevo producto del mercado y, sobre la marcha, me niego a perfeccionarlo, termino perdiendo dinero, ya que me vuelvo incapaz de competir a nivel comercial. Pues bien, eso nos pasa, cada vez que evadimos la necesidad de llevar a cabo un examen de conciencia[1]. Dejamos pasar la oportunidad de crecer como personas, por seguir el juego titulado “no regrets”. En el fondo, nos da miedo confrontarnos con nosotros mismos, pues vernos “al desnudo”, es decir, sin máscaras para disfrazarse y evadir la realidad, es un desafío. Desde luego, vale la pena afrontarlo, porque es el primer paso para aprender, crecer y consolidarnos como personas.
¿A quién no le ha tocado escuchar en alguna comida, cena o fiesta al típico que trata de pasar por valiente, narrando cómo fue su último accidente por manejar ebrio y terminar diciendo que no se arrepiente de nada? Sin duda alguna, se trata de una estupidez, pues ¿de qué le sirve quedarse en su falta?, ¿acaso con eso conseguirá resarcir el daño?, ¿no sería mejor admitir y buscar ayuda psicológica? Presumir miserias y negar sistemáticamente la posibilidad de cambiar, carece de toda lógica e inteligencia. Además, las faltas que se ignoran hoy, revientan mañana o pasado, produciendo un daño mucho mayor a la conciencia y, en algunos casos, a los demás.
La próxima vez que leamos el slogan “no regrets”, detengámonos a pensar un momento y podremos concluir en la mentira que encierra. No se trata de vivir amargados, sino de saber reconocer lo que está mal, lo que destruye, para optar por el bien y, desde ahí, alcanzar nuestra verdadera realización personal. Cerrar los ojos ante la realidad -so pretexto de sentir “bonito”- es el peor autoengaño en el que podemos caer. Hay que saber reconocer cuando nos equivocamos y punto.