Varias veces he escrito y hablado sobre el problema de la legalización del “matrimonio homosexual”. Presento ahora unas reflexiones de las principales ideas expuestas en ellos, pero adoptando el estilo de entrevista.

PERIODISTA
No sé, Sr. Obispo, qué se le ha perdido a la Iglesia para enfrentarse con los homosexuales por cuestiones de si se casan entre sí o no. Pienso que son libres para optar por el tipo de matrimonio a elegir. Si se enamoran entre sí, ¿qué mal hacen a la sociedad? Que se casen y en paz.

OBISPO
No es que nos enfrentemos. Personalmente no tengo nada contra ellos; al contrario, los considero como hermanos. Y creo que a los hermanos se les deben decir las cosas con caridad y con verdad.

Esta cuestión no es baladí. Yo hablo sobre este problema porque, aunque la Iglesia no debe meterse a gobernar en la vida social, sin embargo, debe predicar su doctrina a los cristianos y debe ayudarles a tener claros los criterios por los que deben regirse si quieren ser coherentes con su fe. Y eso es lo que yo intento hacer.

PERIODISTA
¿No es verdad que hay muchos cristianos homosexuales que pueden ser mejores que muchos cristianos heterosexuales? Yo conozco algunos que son, pero que muy buenas personas.

OBISPO
Naturalmente que los hay. Yo también conozco a muchos; los homosexuales no sólo pueden ser cristianos, sino que están llamados a la santidad, como tú y como yo. Pero tanto en unos como en otros, hay que distinguir entre tendencia y práctica. Lo propio del cristiano no son las tendencias sino su señorío sobre ellas, tanto si son homosexuales como si son heterosexuales. Para conseguir este señorío contamos siempre con la gracia de Dios. Sólo con su ayuda podemos no sólo ser cristianos, sino santificarnos, que es, en definitiva, la meta a que estamos llamados todos.

PERIODISTA
De esta ley por la que la unión entre homosexuales se equipara al matrimonio y que a Ud. no le parece bien, ¿quién es el responsable? ¿El gobierno o los movimientos que han apoyado por unas u otras razones, las reclamaciones de los grupos homosexuales?

OBISPO
Lógicamente el gobierno es el responsable, como lo es de todas las leyes que se aprueban en las cortes.

Cualquier ciudadano o grupo de cuidadanos pueden desear un cambio de las leyes y puede trabajar por cambiarlas, sean las que sean. Pero es el gobierno quien ha de ver si una ley es positiva o no, es decir, si promueve el bien común o no. Y en el caso que nos ocupa, tanto el gobierno anterior por promulgarla, como el actual por no cambiarla, son los responsables de la misma.

PERIODISTA
Insisto, Sr. Obispo; ¿por qué ve tan negativa esta ley? porque yo no la veo tan negativa. Cada uno opta por un camino que para él es el lógico; tanto los que están a favor como los que están en contra creo que pueden convivir y que cada uno si case con quien quiera.

OBISPO:
Respeto todas las posturas aunque, lógicamente, no las comparto todas. Cada uno es libre de unirse con quien quiera. Habrá uniones que me parecerán bien y uniones que me parecerán mal, pero hay que respetar que cada uno sea dueño de sus actos.

Pero no es eso lo que está sobre el tapete, sino que cualquier tipo de unión se pueda llamar o no, matrimonio. Porque puede haber quienes pretendan otra clase de uniones que podrían también llamarse matrimonios.

Podrían algunos decir ¿y por qué el matrimonio ha de ser la unión de sólo dos personas? ¿Por qué no puede ser la unión de varias? Con el mismo derecho podrían pedir la libertad quienes quisieran un matrimonio sin que necesariamente hayan de ser sólo dos. Por ejemplo:

1) Hay un grupo que quiere un matrimonio con varias mujeres. Como éstas también lo quieren, )por qué no hacer una ley en la que se admita la poligamia? Si ellas quieren…

2) Hay otro grupo de hombres a quienes les gusta la misma mujer y a ella le gustan todos, )por qué no hacer otra ley en que se admita la poliandria. Si ellos quieren…

3) Hay otro grupo de hombres y de mujeres que se quieren todos entre sí: )por qué no dar cauce a un matrimonio grupal entre hombres y mujeres? Si todos quieren…

Es lógico que el Estado debe regular los derehos y deberes de todo tipo de uniones. Y creo que hasta ahí, todos de acuerdo. Pero ¿te parece lógico que la autoridad legislase sobre esos supuestos, no sólo admitiéndolos como uniones estables civiles, sino como matrimonios? Y ahí es donde no estamos todos de acuerdo.

Cuando conviven dos homosexuales, si ambos están de acuerdo, allá cada uno con su conciencia. Si quieren vivir juntos, el Estado podrá legislar sobre los derechos que cada uno tiene con respecto a herencias, trabajo en común, intereses comunes... Pero eso no es lo mismo que equiparar cualquier convivencia de este tipo con el matrimonio; entre ambos hay todo un abismo. Equipararlos supone ir en contra del sentido natural del matrimonio y es un atentado contra la “institución familiar".

PERIODISTA:
Bien Monseñor, pero comprenda que debe resultar muy duro no tener relaciones sexuales sin sentirse llamados al celibato, y más, teniendo tendencia homosexual.

OBISPO:
No olvides que también hay situaciones nada fáciles para los jóvenes antes de contraer matrimonio, o para un casado que se siente atraído por otra persona aparte de su mujer, o para un cónyuge que ha sido abandonado, o para cualquiera de los dos cuando uno de ellos está mucho tiempo enfermo; lo mismo cabe decir de una persona que no ha podido casarse a pesar de haberlo deseado. Tampoco ellos tienen vocación de célibes y han de sufrir la dureza de la prueba, tan difícil o más, que la de los homosexuales. Una cosa es decir que la moral cristiana es muy exigente (y lo es) y otra, pretender que cambie cuando a uno le cuesta cumplir con ella. Aquello de que el que pierda la vida por mí la encontrará fue válido antes, lo es ahora, y lo será siempre. Pero creemos en que “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Flp. 4, 13).