Un hijo. Una madre. Y una paranoia.
El exterminio de la ternura.
Solución: el infierno. No hay otra.
-Es la única opción, mujer. Saldrás de esta.
¿Hacia dónde? Es una locura, no puede estar pasando. -Tranquila mujer. No vas a sufrir. Ya queda poco para que borremos del mapa tu problema.
Un hijo. Una madre. El seno materno.
El sagrario del amor. Solución: la tortura.
Unas manos sacrílegas de latex
sajan, pinchan, descuartizan la vida.
La sangre salpica al entero universo.
La sangre inocente y roja
se derrama entre las caricias
de los ángeles que asisten impotentes.
La sangre niña tiñe de agonía el Cielo y el Gólgota.
es de lo más profesional y quirúrgico.
El infierno como progreso.
La piel del niño se quema, arde,
se consume de dolor y tiemblo.
-¡Madre! ¡Mamá! -¿Qué pasa?
-Tengo miedo, me ahogo, no puedo verte, me ahogo.
¿Qué ocurre mamá? Dime algo.
Dime que no es verdad que me matan.
Un hijo. Una madre. Y el exterminio
terapéutico. Conviene.
Es el cuerpo de la madre, dicen. ¡Por Dios!
Abren, hienden, inyectan. Holocausto. Uno más.
La ley, un derecho. Aborto libre. (¿Libre de qué?).
El hombre quiere ser esclavo
de todos los demonios.
Con saña la pena de muerte se ceba
en el cuerpo de millones de niños.
Y en las almas de millones de madres.
-¡¡Mamá!! Dios. Mamá ¿qué he hecho yo?
Te quiero. Mamá,
no te condenes de por vida a la angustia.
Un hijo. Una madre. Hace cada vez más frío en el hombre. Un infierno gélido
asola el mundo y los corazones.
No hay catástrofe igual. Exterminio.
Cada aborto salta la tapa de los sesos
de la intimidad de una madre.
Es lo moderno. Una madre con las piernas
abiertas de par en par al tiro en la nuca.
Amazona del horror. Pecado contra natura.
El niño y el mundo dan boqueadas.
Terrorismo de Estado. Suplicio, martirio, infanticidio.
-¡¡Mamá!! Una aguja está atravesando mi pecho.
-Mamá, te han engañado los sicarios del infierno.
Un hijo. Una madre.
-Mamá, vive tú por mí, no seas una mujer póstuma.
Te quiero. Resucitaré en tu cariño
cuando pase un poco de tiempo.
Ahora soy eterno y juego con Dios.
Y los dos te miramos, mamá, embobados
de lo guapa que eres. Soy tu hijo.
Aunque me hayan matado no he muerto.
-Los muertos son ellos. Pobres insensatos.
No llores más, por favor. Eres mi mamá.
Empecemos de nuevo. Estoy naciendo en ti.
Para siempre.