Uno de los motivos por los que muy pocas parroquias son comunidades agradables y acogedoras, se debe a la clericalización de los laicos, quienes pretenden suplantar al párroco, provocando intrigas y, por ende, excluyendo a los nuevos miembros. Se vicia el ambiente, dando lugar a los dimes y diretes. La vida parroquial requiere de los laicos pero en otro sentido. Por ejemplo, involucrándose activamente en los diferentes grupos y comisiones, sin desconectarse de lo que sucede en las calles, en sus trabajos y familias. Los templos no son una guarida de miedosos, sino espacios para encontrarse con Dios y, al mismo tiempo, con los demás.
Como laicos, nos toca ser protagonistas de la nueva evangelización. Hay muchas formas de conseguirlo, sin embargo, lo principal es la congruencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Vivir encerrados en la parroquia, no es la respuesta que la Iglesia nos está pidiendo. Tenemos que involucrarnos con el acontecer social y político. Lo anterior, según nuestras capacidades y talentos. No es que todos debamos inscribirnos en un partido, pero es un hecho que nos toca formar parte activa de la opinión pública, siendo hombres y mujeres audaces, capaces de generar un cambio constructivo en medio de la sociedad. Se trata de sentirnos parte de la Iglesia, discípulos y misioneros de Jesús en la práctica y no solamente mientras dura la Misa dominical. La fe tiene que permear todas las áreas de nuestra vida, sin que esto signifique sentirnos la élite del párroco en turno.
Recuerdo la mala impresión que me causó ver a una de las típicas señoras que no sale de la sacristía, mirando a todos por encima del hombro, pues se encontraba tomando un café con dos sacerdotes. ¿Está mal invitarle un refresco al cura? Por supuesto que no, lo criticable es que por rodearse de figuras significativas de la diócesis, se asuma una mirada déspota, al estilo de los fariseos que intentaban confundir a Jesús. Es necesario que el laicado redescubra su identidad. De ahí que sea recomendable profundizar en el decreto conciliar, titulado “Apostolicam Actuositatem”, sobre el apostolado de los laicos.
Como nos lo ha dicho el Papa Francisco, es necesario ser protagonistas, descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros y, desde ahí, evitar toda clase de clericalización, para asumir el lugar que nos corresponde en la Iglesia, imitando el ejemplo de tantos laicos que han logrado vivir la fe en un grado heroico, como la Venerable Concepción Cabrera de Armida (18621937). Desde la escuela, el trabajo y la familia, nos toca hacer realidad el proyecto del Evangelio.