La fraternidad cristiana se distingue de todas las demás fraternidades que superan el círculo de parentesco por sangre, por su estricto carácter realista. Su realidad es captada mediante la fe y hecha propia, a través de los sacramentos.
La fraternidad cristiana se basa profunda y definitivamente, en la fe, que nos asegura ser hijos del padre del cielo y hermanos unos de otros. Dicha convicción nos exige ser mucho más conscientes de la dimensión social de la fe, de lo que se ha sido hasta el momento presente. (Joseph Ratzinger. La Fraternidad de los cristianos, cap 3)
Hablar de los aspectos sociales de la fe nos conduce a pensar en la socialización de la Liturgia, que tiende sustituir el espacio sagrado y la trascendencia de la misma. El Cardenal Ratzinger no es sospechoso de promocionar estas tendencias socializadoras de la Liturgia, por lo que podemos estar seguros que se está refiriendo a un aspecto muy diferente.
Uno de los principales problemas de la Iglesia actual, es el olvido de la comunidad como realidad viva y vivificadora. Hemos perdido la capacidad de ser más que la suma de las individualidades que asisten a misa los domingos. Hoy en día nos da miedo pensar en una dimensión comunitaria de la fe y esto evidencia un fino trabajo del enemigo.
La fraternidad cristiana se hace evidente cada vez que rezamos el Padre Nuestro. Oración en la que la palabra “nuestro” señala directamente el hecho que nos hermana y no une: Ser hijos de Dios. Uno de los componentes esenciales del Kerigma es esta filiación que nos une e involucra en con el plan de Dios. “Cuando se desarrolla de forma correcta el Kerigma, aparece necesariamente la dimensión social de la fe” (Joseph Ratzinger. La Fraternidad de los cristianos, cap 3).
La fraternidad cristiana es más que un grupo circunstancial de personas que se reúnen los domingos a “cumplir” un precepto que no llegan a comprender. Es más que un colectivo de personas que sienten que tienen un hecho que les une y les compromete. Es más que una comunidad que tiene muchos elementos en común, pero que aquello que no comparten, les aleja. La fraternidad es una comunidad de personas en la que las diferencias se ordenan como elementos de enriquecimiento mutuo que da fortaleza al grupo como espacio de vida, vivencia de la fe, compromiso y afecto mutuo.
La fraternidad cristiana nos debería de superar a cada uno de nosotros y englobarnos.
“La fe es la que nos ha hecho un único hombre nuevo en Cristo, la que hace crecer continuamente la exigencia de disolver la peculiaridad de nuestro yo individual, la autoafirmación del egoísmo natural en la comunidad del hombre nuevo que es Cristo” (Joseph Ratzinger. La Fraternidad de los cristianos, cap 3)
¿Significa esto una aniquilación del yo similar a la que proponen los budistas? Nada más lejos de la realidad. La individualidad es un don de Dios y aniquilarla significaría enmendar la creación de cada uno de nosotros y del género humano al completo. La individualidad debe ser un factor que nos una por medio de las sinergias que se despliegan cuando nos complementamos, sin buscar homogeneizar a los demás según nuestro patrón individual. Esto se puede entender a través del símil de un puzzle. Cada pieza es diferente y por ello tiene su lugar. Una pieza colocada en su lugar, cohesiona a toda las que le rodean y ayuda a que la imagen que se ha impreso en el conjunto de piezas, se pueda admirar en toda su extensión y grandeza.
Nuestra naturaleza humana se desarrolla al completo, únicamente si vivimos en comunidad de fe. Si vivimos nuestra fe en espacios cerrados o de manera individual y separada, es imposible conformar el gran puzzle que ha creado Dios. Incluso los eremitas necesitan relacionarse con la sociedad, de la que se separan, para que su carisma se desarrolle en plenitud.
Esta reflexión sobre la comunidad cristiana del Card. Ratzinger (Benedicto XVI), podríamos llevarla a nuestras parroquias, grupos de fe, movimientos, órdenes religiosas y observar qué nos falta y qué nos sobra. Seguramente nuestros egoísmos nos hagan tender a considerarnos más un colectivo religioso que una fraternidad que vive la fe unidos entre sí.