Ha ocurrido en el estado de Washington, al noroeste de los Estados Unidos (vea la noticia). Una florista de nombre Barronelle Stutzman, ha sido demandada por la American Civil Liberties Union por no haberle vendido flores a una pareja de homosexuales que se quería casar. Washington es uno de los nueve estados norteamericanos que ha legalizado hasta la fecha los matrimonios entre personas del mismo sexo en los Estados Unidos.
Personalmente, no entiendo la actitud de esta florista que se niega a venderle flores a una pareja porque sean homosexuales, más allá de lo que estos homosexuales tuvieran pensado hacer con esas flores, algo en lo que, según entiendo, no tiene porqué entrar la florista en cuestión. Por no entender, ni siquiera entiendo la gestión de un negocio basada en la discriminación de los clientes.
Ahora bien, tampoco soy de los que cree que todo aquel que hace las cosas de una manera distinta a como las haría yo deba ser multado, o ni siquiera demandado. Y más aún que el comportamiento de la florista, desapruebo que nadie pueda estar obligado a venderle flores, o cualquier otra cosa con la que comercie, al primero que quiera negociar con él, privándole del derecho elemental a decidir con quién quiere hacer negocios y a gestionar su propia empresa como desee... ¡Como si la quiere encaminar directa y llanamente hacia la ruina…!
Hoy se le niega a esta florista el derecho a no venderle flores a un homosexual. Por esta misma lógica, mañana cualquier proveedor de flores que sea homosexual le puede recriminar a esa misma florista que no le compre sus flores; al otro podremos castigar a todos aquellos consumidores de flores que no se surtan en una florería(1) gestionada por un homosexual; y al otro día, en vez de una multa, les podemos imponer a todos una pena de cárcel… Todas estas consecuencias nos pueden parecer absurdas al día de hoy, pero hace sólo cuatro o cinco años, a cualquiera le habría parecido absurdo que alguien pudiera haber sido puesto ante un tribunal y condenado a pagar una multa por no haber vendido un ramo de flores, o un cargamento entero, o cualquier otra cosa con la que comercie, a una persona a la que no quería vendérsela.
A todos nos han tratado mal alguna vez en alguna tienda y hemos sabido perfectamente lo que hacer: no se vuelve a la tienda y punto... ¡como si no hubiera tiendas en las que surtirse! Pero de ahí a llevar al tendero ante la justicia... ¡y eso si una vez que hemos decidido hacerlo, el juez nos admite la demanda, que esa es otra! Algo en lo que por cierto, soy yo el que podría sentirse discriminado: ¿por qué a mí no (se me admite la demanda) y a un homosexual sí?
Lo más difícil de entender es que todas estas cosas estén ocurriendo en el país que pasaba por ser el adalid de la libertad, los Estados Unidos de Norteamérica. Como también resulta difícil de entender que algunos homosexuales y muchos de los lobbis que los representan, aspiren a ganarse el respeto que injustamente se les ha faltado durante muchos momentos de la historia, de esta manera.
En honor a la verdad, más que justicia, parece que buscaran revancha. Y más que el respeto de la sociedad, su miedo… Con un pequeño detalle: el miedo sólo produce odio, y el odio mueve a cualquier cosa menos al respeto que se dice buscar...
De verdad, ¿es éste el camino?
En honor a la verdad, más que justicia, parece que buscaran revancha. Y más que el respeto de la sociedad, su miedo… Con un pequeño detalle: el miedo sólo produce odio, y el odio mueve a cualquier cosa menos al respeto que se dice buscar...
De verdad, ¿es éste el camino?
(1) Nota del autor. Disculpen que utilice la palabra “florería” que se utilizaba antaño, en lugar de la retorcida palabra que se usa actualmente “floristería”. Siempre me ha parecido que una florería es un lugar en el que se venden flores, y una floristería un lugar en el que se venden floristas.
©L.A.
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