James Hitchcok, en un artículo titulado The New Heretics (Los nuevos herejes), publicado en la revista Touchstone constata cómo los católicos en Estados Unidos acceden cada vez con mayor normalidad a puestos de responsabilidad institucional. Lejos queda el hecho histórico de que el “católico” Kennedy llegara a la presidencia; en la actualidad, entre los nueve miembros del Tribunal Supremo no hay ni un solo protestante (seis jueces son católicos, los tres restantes son judíos). Y sin embargo “las animosidades religiosas son mucho más intensas ahora que hace unos años”.
La clave, para Hitchcock, es que hay “católicos” y “católicos”, como lo demuestra el hecho de que quienes se opusieron a la nominación del católico Samuel Alito apoyaron la de la también católica Sonia Sotomayor. Lo que podría parecer una cuestión de gustos en materia opinable no lo es: “en realidad hay dos religiones luchando con fiereza en los Estados Unidos. Sotomayor no es contemplada como católica salvo accidentalmente, sino que es reconocida como adherente a otra, innominada, religión”. Pero Hitchcok, con clarividencia, sí le pone nombre: “el liberalismo se ha convertido no en una mera filosofía política compatible con diversos tipos de religión, sino en una religión en sí mismo. […] El liberalismo es una religión porque, para los liberales, el sentido último radica en un compromiso hacia un estado del bienestar en eterna expansión, visto como la plenitud del ideal de justicia, y hacia una continua liberación de los individuos de toda autoridad, considerada como la clave para la felicidad personal.
La ideología liberal se funda en última instancia en un acto de fe. No puede ser desacreditada por sucesos históricos. Las ideas liberales son consideradas verdaderas de forma evidente y en su presente supremacía prefiere afirmar sencillamente esas ideas antes que discutirlas. La religión del liberalismo tiene exigencias hacia el individuo que a la religión tradicional ya no se le permite.
La principal división religiosa en Estados Unidos atraviesa las denominaciones religiosas tradicionales y así la religión del liberalismo abarca a la mayoría de los protestantes, a muchos católicos, a la mayoría de los judíos y a aquellos que se definen como no creyentes o no miembros de ninguna iglesia. Todo esto explica por qué la animosidad religiosa está en su nivel más alto desde hace décadas".
Cuando los católicos ortodoxos luchan para defender sus derechos como ciudadanos, a menudo “olvidan que para la religión del liberalismo el error no tiene derechos y que ésta se considera obligada a imponer sus creencias sobre la minoría refractaria a su credo. Así, la religión del liberalismo mantiene que los medios de comunicación y el sistema educativo deben de promover las creencias liberales y desacreditar a sus oponentes, que el gobierno debe forzar por ley el establecimiento del liberalismo y que habrá que discutir si a los herejes se les permitirá expresarse libremente”.
A la luz de este análisis, se entiende el reciente escándalo a raíz de la publicación de un manual de entrenamiento del ejército estadounidense en el que se alertaba del potencial peligro de los extremismos religiosos, entre los que se incluía el catolicismo. Parece que, como en tiempos del Imperio Romano, los católicos vuelven a ser considerados como elementos peligrosos a vigilar y quién sabe qué más.