Cuando vemos cerca la muerte, es lógico que nos preocupe el más allá.

He leído en RELIGIÓN EN LIBERTAD que LA PASIONARIA, (aquella mujer comunista tan protagonista en la persecución de la Iglesia en la guerra civil del 36), se confesó antes de morir.

La confesó el Padre jesuita José Mª Llanos que era amigo suyo, pues, equivocadamente, se incorporó al partido comunista para encarnarse mejor con los habitantes del Pozo del Tío Raimundo (Madrid) que él quería evangelizar.

Al leer que La Pasionaria se confesó antes de morir, sentí una gran alegría, pues no debemos desear la condenación de nadie, y todos sabemos que la vida de La Pasionaria no fue precisamente la más adecuada para salvar su alma.

Que se haya arrepentido antes de morir es lo mejor que ha hecho en su vida.

Esto debería hacer pensar a muchos que viven de espaldas a Dios.

Que llegará la hora de su muerte es evidente.
Y después, ¿qué?

¿Están seguros de que no hay nada?
¡IMPOSIBLE!

Podrán tener dudas, si no tienen una adecuada formación religiosa.

Pero seguridad de que no hay nada, no la tiene nadie.
En la tumba de un ateo ponía:
HE VIVIDO EN LA DUDA.
NO SÉ A DÓNDE VOY.
¡Qué triste!

Los creyentes sí sabemos adónde vamos.
Por eso morimos con esperanza y con paz.

JORGE LORING, S.I.
jorgeloring@gmail.com
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