Reconozcamoslo. No es lo mismo la tortilla de patatas de mamá que la precocinada que nos venden a dos euros en el súper del barrio. En realidad, no es lo mimso la de mamá que cualquier otra tortilla del universo, pero para no pecar de exceso de amor de madre, pues a cada cual le gusta la tortilla de la suya, diré que pasa lo mismo con la tortilla del bar de la esquina, en la que hemos tapeado durante años, donde José Luis lleva sirviendo pinchos desde hace más de dos décadas. La tortilla que cocina su mujer está bien rica, en su punto de textura, suave y tierna. Y sus ingredientes son los mismos que los de la otras tortillas: huevo, patata, aceite, cebolla y una pizca de sal. Sin embargo, hay ingredientes que nacen del corazón de la gente y que no se pueden comprar. Uno puede haberse formado en las más altas escuelas de cocina, pero lo que tiene esta buena mujer no se comercia. El cariño, la dedicación, el querer hacer las cosas, aunque sepamos que tantas veces no nos saldrán, el pensar no solo en nuestra satisfacción personal, sino en enamorar a los demás con nuestra pequeña obra, una humilde tortilla de patatas. Como los anillos de Tolkien, de todos estos ingredientes hay uno que los domina a todos: se llama Amor.
Os pongo un ejemplo para entenderlo mejor, y es esa primera tortilla que nos hizo en su día nuestra persona amada, sea novia, hija, marido... que tenías las papas poco hechas, nada de sal, los huevos muy cuajados y que, sin embrago, nos supo a gloria no por su sabor, sino por el amor que contenía.
Acabo de ver este repor, dirigido por mi colega Sonsoles Calavera. Trabajé con ella cuatro años codo con codo y por eso sé, una vez visto el video, cual ha sido su técnica. Siendo una profesional muy buena y siendo su repor una tortilla de primera, lo que tiene este video de más es su dedicación, su interés por hacerlo bien, su entrega. Este video no tiene solo imágenes y música, por cierto, muy buenas. Este trabajo tiene corazón, y eso se nota. Es un trabajo que tiene vida, que da buen royo, que contagia alegría.
Lo he visto y me ha colocado la sonría en la cara. No solo por la historia. El contenido ya de por sí es un historión. Sino porque he podido reconocer en el video, en sus secuencias y enfoques, en sus cambios de melodía acordes con las transiciones, en las entrevistas, tonos y contraluces, esos mismos ingredientes que saboreo cuando me tomo un pincho de tortilla en el bar de José Luis, y que nada tiene que ver con las patatas, la cebolla ni la alta cocina.
Del contenido del video... describirlo vosotros... si podéis. Ahora, ante el desierto de contenidos buenos que asola al Planeta TV, siéntate, apágalo todo y disfruta de una gran historia, bien contada. Date el placer casi olvidado de un buen rato de TV. Disfruta del placer por las cosas bien hechas. De ponerle a nuestro día a día una guerra abierta contra el desaliento, la pena, la miseria y el dolor, y echarle un par de huevos a la sartén de la vida con una pizca de sonrisa, desde el corazón, sabiendo que el Amor no es un sentimiento, es una decisión. O se lo pones a la vida, o no. Pero que sepas que con Amor, la tortilla siempre sale mejor.