Esta frase, forma parte de la tercera estrofa del Salmo 16. La estrofa o el versículo completo reza así:

             “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
 
                Mi suerte está en tu mano:
              Me ha tocado un lote hermoso,
                 me encanta mi heredad”. (Sal 16,3).

      Habré leído este versículo, todos los jueves del año durante años, pues el salmo 15/16, es la base de las completas de todos los jueves en la Liturgia de las Horas y precisamente ha sido hoy cuando el contenido de este versículo me ha impactado y me ha lanzado a meditar. Y es que las cosas del Espíritu Santo son así, sopla donde, cuando y como quiere y por supuesto a quien quiere y todo ello por razón de ignorados motivos. Yo he pensado que Él deseaba que escribiese esta glosa y en ello me encuentro.

       El Señor nos sitúa en este mundo material, a cada uno de nosotros en distintas posiciones sociales y estamentos de esta sociedad en la que vivimos. Dada la materialidad que empapa todo lo que nos rodea, nuestros padres aun siendo creyentes católicos y aunque hayan sido buenos creyentes, en general cuando nos educan, ellos no se libran de dar preferencia a lo material sobre lo espiritual, como nos pasa a todos y nos forman con su mejor intención, en una super valoración del estudio y del trabajo como fuente positiva, para que el día de mañana adquiramos bienes materiales, que nos generarán seguridad y felicidad. ¿Qué padre hay al que no le agrade y le llene de satisfacción ver que sus hijos están bien situados?, incluso que uno o una estén, lo que se dice forrados.  Si, desde luego que se han ocupado de un cierto grado de formación espiritual, llevándolos a un colegio religioso y sobre todo, centrando el tema de su formación espiritual, solo en que fuesen a misa los domingos. Y lo peor de todo es que esto, era lo que pasaba antes, porque ahora en la presente descristianización en que vivimos las cosas han empeorado.

       En el primer párrafo de este versículo, vemos que el Señor nos entrega una heredad y con su amor nos rellena nuestra copa. Es decir, nos sitúa en un estamento de la sociedad, empezando por escogernos nuestros padres y familiares y nos rellena nuestra copa, proporcionándonos los medios que el estima necesarios, no para que nos forremos, lo cual para muchos puede suponer ese forro, una desgracia para su alma y su espiritualidad, sino para que caminemos hacia Él que tiene la llave de nuestra eterna felicidad.
      Pero pocos son los que desde el primer momento, toman conciencia de que nuestra auténtica felicidad, en este mundo y en el otro no se basa en la posesión de bienes materiales sino en los espirituales.
     Toda persona nace con un ansia de felicidad, de una felicidad que no conoce cual es porque solo Dios tiene la llave de esa felicidad, y como aquí, no la encuentra se cree que su ansia de felicidad puede satisfacerla, con una caricatura de la felicidad eterna, que encuentra en esta vía y a la que también la llama felicidad, y se pasa toda su vida en la tierra buscando esa caricatura de felicidad, y para hallarla, se olvida de Dios y antepone esa búsqueda al amor a Dios y si es necesario, algunos roban y matan por esa caricatura de felicidad materia que se llama dinero.
     El problema radica, en que los bienes espirituales, no los captan los ojos de nuestra cara solo los captan los ojos de  nuestra alma. En cambio los materiales, se los comen los ojos de nuestra cara, son casas lujosas, coches grandes y llamativos, viajes, hoteles, cruceros, yates, vestidos joyas...etc. Todo esto aunque no lo tengamos lo deseamos profundamente y ese ansia de posesión a los ojos del Señor es como si lo tuviésemos, porque para Él el deseo y la intencionalidad es equiparable a la posesión, cuando resulta que todo lo reseñado nos aparta de Él, en cuanto nos aumenta nuestra soberbia y hace disminuir nuestra humildad virtud esta, la de la humildad, sin la cual no es posible imitar a Cristo..   

      Pero como antes decíamos, hay personas que desde  el primer momento toman conciencia de la realidad de esta vida y acuden a trabajar a la viña del Señor. Hay otros que acuden cuando ya son adultos y también más tarde, pero no importa, lo importante es acudir, pues como decía Santa Teresa de Lisieux, en la relación con el Señor lo importante no es que el tiempo de entrega, al amor de Dios, sea largo o corto, porque hayamos comenzado tarde, sino la intensidad del amor con que le correspondamos a esa copa de amor que l nos entregó llena cuando nos creó por puro amor, cuando se hizo lote de nuestra heredad.  Aunque sea  pronto o tarde, cuando uno llega a la viña para trabajar en ella y trabajando en ella, es cuando uno llega a ese grado de entrega a la voluntad del Señor, que es cuando gozosamente se puede exclamar: “Mi suerte está en tu mano: Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”

     Es el goce que se siente, es el goce que siente uno, cuando se entrega sin reservas al Señor; cuando uno ha tenido la dicha de encontrarlo en el interior de su ser, de saber y palpar que verdaderamente Dios inhabita en nuestra alma y somos templos vivos de Dios. “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada”. (Jn 14,23). La dicha de saber que ya incluso en este mundo, no hay nada que le agobie, porque el Señor lo cuida y lo sostiene. El que en esta situación se encuentra, comprende que abrazar la cruz es una dicha, porque: “Mi yugo es dulce y mi carga es ligera”. (Mt 11,29), y se precia la dulzura del yugo. Y siente ya más de cerca esa felicidad para la que esta creado, y de cuyo goce solo su alma será la titular no su cuerpo.

     Y a la vista de lo escrito, pienso que alguien se interrogará diciéndose: ¿Y por qué el Espíritu Santo acude a unas almas sí y a otras no? La respuesta es sencilla. En síntesis es un problema relacionado con la distribución de la gracia divina, que es la que nos impulsa, porque nosotros por sí mismos nada podemos. El Señor ya nos  lo dijo: "Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”. (Jn 15,5).
     Para actuar y prosperar en la vida espiritual, nosotros necesitamos la gracia divina. Es el Espíritu Santo quien acude en nuestro socorro, y siempre que ve un alma predispuesta al amor de Dios o devota de la Virgen María acude siempre con sus gracias. Pero ¡ojo! Las gracias divinas no se reparten como en una tómbola, y hemos de aprovecharlas al cien por cien, porque si así lo hacemos inmediatamente obtendremos otras gracias superiores, porque si no las aprovechamos, perdemos la oportunidad y una gracia desaprovechada nunca más nos retornará. En esencia es el contenido de la parábola de los talentos, pues en esta parábola no se trataba de talentos  sino de gracias divinas.  

       Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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      La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.

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