Una frase de Kasper sobre la necesidad de “salvación” del hombre hizo que me acordara de Paul Valéry. Aquella en que Kasper dice que “el interlocutor de una teología actual es un hombre doliente que tiene experiencia concreta de la situación de infelicidad y es consciente de la impotencia y de la finitud de su condición humana”.
Valéry fue bastante más que ese interlocutor “hombre doliente”, absolutamente “necesitado de salvación”. Para algún crítico literario fue uno de loe seres más desesperados que jamás ha habido. Él, que fue esposo y padre, no creía en el amor, todo lo hizo sin creer. “No gozo de nada. Hacer sin creer”. Ni siquiera en el hombre. Un día escribió: “Gide decía delante de mí esta tarde: “Valéry no es humano”. Y añadió: “No siento desprecio hacia los hombres. Muy al contrario. Sino hacia el hombre. Ese animal que yo no habría inventado”.
Trágicamente reconoce no poder amar. “Os amo como a mí mismo. Y yo no puedo soportarme. Para amar a otro es necesario disponer de un poco más de fuerza que la necesaria para amarse a sí mismo”. “Furioso, en el fondo de ser un hombre, de estar metido en este asunto de existir sin haberlo querido. Como yo”.
En el fondo de su tragedia estaba la persuasión de que no hay ningún modelo interior, ningún arquetipo de hombre. El fondo de su espíritu es una “tierra de nadie”.y, por eso, inhumana e inhabitada. Los creyentes sabemos, y lo agradecemos especialmente, que en nuestro interior mora el Espíritu Santo y que el arquetipo de todo hombre es Jesucristo.
Paul Valéry busca “una salvación”. , pero: “Vuestro Dios no es mi Dios. No habría más que un medio; hacer este Dios juntos. ¡Pero esto está frustrado!”. Sin embardo, escribe, a propósito de una tempestad, una imagen de Cristo: “Todo es movible y peligroso. Es la desesperación universal de las tormentas. Pero ¿qué es aquel resplandor suave, allá a lo lejos?.Diríase que el viento ahora acaricia. Las ansias del navío ahora se calman. Diríase que “alguien camina sobre el mar” aplastando el mal de las tempestades bajo sus pies desnudos. ¡Sí, es él. Es él. Es la paz”.
En su último cuaderno, a lápiz, con letra temblorosa, se vuelve hacia el amor y, en él, hacia Dios.”Todas las posibilidades del error están con el que odia… La palabra Amor sólo se ha visto asociada al nombre de Dios desde Cristo”.
Porque aspiramos hacia la salvación, sufrimos en nuestra situación de desgracia y nos rebelamos contra ella. “¿No se tratará de una chapuza creadora? No, es el resultado inevitable del designio (creador-salvador) que quiere hacer participar a un no-Dios de la vida misma de Dios. Esto no puede dárselo el hombre, no puede más que recibirlo. El hombre no puede realizarse como hombre más que en Dios, porque la cima de su humanización no puede ser más que una divinización, por eso, el hombre no puede “salvarse” por sí mismo”. Este es un dato que puede parecer alienante para quien no tiene fe, pero retrata en el fondo de la otra cara de su grandeza. Porque Dios es misterio, y el hombre está ontológicamente vinculado al misterio de Dios, hay misterio también en el hombre.” (Sesboué) .